A sus 85 años, Ana María Matute habla con la misma pasión del último libro que está leyendo, La niña que buceaba en el corazón del mundo - "una obra impresionante, insólita"-, que del amor, las princesas de cuento y los reveses de la vida. Sabia y aprendiz a partes iguales, la escritora, que asegura que sólo se ha llevado mal con una persona que la enseñó a odiar, esquiva pícara a su hijo para tomarse una cerveza y cuenta las maravillas que ha encontrado en los mundos que visita

-Literatura y vida, dos cosas que usted no puede separar...

-Yo no. Habrá algún escritor que pueda, aunque creo que pocos. Pero eso no quiere decir que haya escrito mi vida, nunca he escrito una novela autobiográfica, aunque estoy dentro de todos mis libros.

-Dice que escribe para encontrarse a sí misma y su lugar en el mundo... ¿Cómo va la búsqueda?

-Ya me encontré hace tiempo... pero me rechacé y me volví a encontrar. Me he encontrado y reencontrado muchas veces, pero siempre queda un rinconcito... Queda como un ansia, porque el ser humano siempre persigue algo que no sabe lo que es... y eso ayuda vivir.

-¿Cómo se mantiene la inocencia en un mundo que se empeña en golpearnos?

-Es muy difícil mantener la inocencia, pero es una actitud frente a la vida. La tiene quien no ha perdido del todo la infancia, que es una época que nos marca, una etapa de formación... y de deformación. Se es inocente por naturaleza.

-¿Esa pérdida de la inocencia es algo de ahora?

-No, en cuanto a sentimientos no hay nada nuevo ahora. Hay costumbres, pero los sentimientos están intactos, como los de Adán y Eva, si existieron, claro. Cuando se enamoran un chico y una chica lo hacen como Romeo y Julieta.

-Y pobre del que no se enamore como Romeo y Julieta...

-Ya lo creo. Yo me enamoré así y ya tenía treintaitantos años. Y me duró 28. Fue terrible perderlo.

-¿Hay algo después de esta vida?

-Eso me ha hecho llegar a los 85 años. Yo espero que sí, aunque lo único seguro es la muerte. Es bonito creer, y si luego no hay nada, tú lo has pasado bien creyendo que sí. Es que mi alma ¿adónde va? Tiene que ir a algún sitio. Mis deseos, mis sueños, mi amor...

-¿Qué es lo más maravilloso que ha visto en los mundos a los que va?

-Tantas maravillas. En el mundo hay cosas maravillosas y cosas que son todo lo contrario, como la guerra. Yo intento quedarme con lo bueno, aunque me han hecho unas putadas tremendas. Eso sí, puedo decir que nunca me he aburrido.

-Usted siempre ha sido una defensora de los cuentos, y hace poco la ministra de Igualdad decía que había que cambiarlos.

-Es que esa señora no se ha enterado de nada. Las princesas de los cuentos nunca han existido, pero tienen un significado mucho más profundo de lo que ella se imagina. Y los niños son más listos y más inteligentes de lo que nos pensamos. Yo de pequeña no me imaginaba a Blancanieves como yo o mis amiguitas y así aprendía de otras épocas. Es que en ese plan, fuera el Quijote, las obras de Shakespeare...

-¿Envidia algo de los niños de hoy en día?

-La libertad. Aunque es un arma de doble filo. Nos hemos pasado un poco de la raya, empezando por mí, por mi hijo ¡que ahora se ha convertido en mi padre!

-Dice que la palabra es lo más bello, pero ¿alguna no le gusta?

-Hay muchas, pero una es sobaco. Habiendo una palabra tan bonita como axila, no sé por qué hay que decir sobaco, que suena a sudor.

-¿Se imagina leyendo un libro en una pantalla?

-Últimamente me han enseñado unas pantallas más pequeñas que no están tan mal. Aunque yo no dejaré de leer en papel. El libro no morirá. Es un objeto tan perfecto, tan bien hecho, aparte de lo que guarda.