­­El profesor García Palmer, vicedecano de la facultad de Ciencias de la UIB, afirma que la crítica situación en la central nuclear de Fukushima podría provocar graves problemas de salud a quienes trabajan para atajar las fugas, expuestos a dosis extremadamente altas de radiación. Este experto asegura que todavía es pronto para saber las consecuencias exactas que tendrá el desastre y que hay que esperar a los resultados de la operación para enfriar los reactores.

—¿Qué va a pasar con la radiación que se está liberando en Fukushima?

—Si el núcleo de los reactores se funde, el material radiactivo se extenderá por los alrededores a través del aire. Se creará una nube radiactiva que, en función del viento, afectará a unas zonas u otras.

—¿Qué efectos puede tener esta radiación en las personas que están trabajando en la central?

—Los más común entre quienes están expuestos directamente son quemaduras y edemas. También sufren daños internos, como la destrucción de células pilosas, que provoca la pérdida del pelo, y problemas en sistema digestivo. Si no se retiran a tiempo podrían llegar a morir.

—Los niveles de radiación en Fukushima son de 3.000 microsieverts por hora. ¿Es mucho?

—Es una barbaridad, que hace pensar en una rotura del núcleo. El límite anual que se considera seguro para la salud humana es de 1.000 microsieverts al año. Es decir, en una hora estarían recibiendo la radiación máxima para tres años. Supongo que los trabajadores que están allí hacen turnos y llevan dosímetros para saber cuándo deben retirarse. Los trajes protectores no evitan del todo la entrada de radiación en el organismo.

—Uno de los mayores temores ahora es que la radiactividad se extienda más allá del radio de seguridad. ¿Qué efectos podría tener eso?

—Cuando las partículas radiactivas entran en el organismo son casi imposibles de eliminar. Los efectos son irreversibles y pueden producir enfermedades como el cáncer, además de alteraciones genéticas que se transmitan a las futuras generaciones, como ocurrió en Chernóbil, donde muchos niños nacieron con malformaciones. Lo más deseable ahora es que la radiación acabe en el mar. Si llueve, caerá en el terreno y este también quedará contaminado. Eso provocaría un gran riesgo de que la radiación entrase en la cadena trófica.

—Los productos alimenticios japoneses estarán entonces en el punto de mira.

—Habrá que controlar de manera exhaustiva todo aquello que haya podido estar sometido a radiación. Si una vaca, por ejemplo, se come una brizna de hierba contaminada, la radiación pasa a su leche y su carne. Y así con toda la cadena alimentaria.

—¿Son suficientes las medidas de seguridad en torno a la central adoptadas por el gobierno japonés?

—Es importante no crear una sensación de pánico. Se ha evacuado a la población en 30 kilómetros a la redonda, perímetro que habrá que ampliar si se detectan grandes fugas.

—¿Habrá que crear en Fukushima un área de exclusión similar a la de Chernóbil?

—La extensión del área afectada dependerá de la cantidad de material radiactivo que se haya liberado. Son datos que todavía tardaremos un tiempo en conocer.