La gala de los Goya sirve, un año más, para hacer una biopsia del sector. Si contra Aznar se luchaba mejor, los guiños de Zapatero y las banderillas de Gonzalez-Sinde (uno/a de los suyos) a la piratería cultural auguraban un nuevo amanecer. Wert ha resultado ser un Gollum tan sonriente como traicionero. La subida del IVA y el estrangulamiento de las subvenciones son los nuevos papelitos para el petado muro de las lamentaciones gremiales.

Sin embargo el problema de fondo, como el dinosaurio, sigue ahí. Es el desapego de los espectadores, estúpidos. Es la incapacidad de trocar anteojos por prismáticos, deseos por realidades, abrir los ojos. Si los espectadores españoles solo quieren (los datos están ahí) ver 3, 4, 5 películas españolas como máximo al año, ¿por qué producir medio centenar, o más? Lo sé, no es fácil limitar la producción en un mercado libre, los que se lanzan saben el riesgo que asumen. Pero que nos ahorren después el coro de plañideras. O se asume la realidad, el despecho de la audiencia, y se seleccionan y maduran mejor los proyectos; o, al contrario, se busca fuera de España a una audiencia que les aprecie. Es lo que han hecho Lo imposible y Tadeo Jones. Para ellas el mercado español era uno más, y ese leve desaire ha excitado las hormonas de nuestros conciudadanos. Blancanieves, por el contrario, remite a unos códigos demasiado locales. Es una película original, emotiva y muy bien hecha. Pero más allá de los Pirineos no saben lo que es la España profunda, dudo que les interese y por tanto dudo que sean capaces de entender el quid de la adaptación. The Artist, recordemos, es una película francesa con actores franceses sobre un actor mudo de Hollywood. Lo imposible es una película española sobre una muy conocida tragedia en Asia con destacados actores anglosajones. El premio a J. A. Bayona es un magro consuelo, un "en qué lado estás" o un toque a las cadenas de televisión por financiar sólo pocos y grandes proyectos. La percepción final, global, es que el cine español sigue ensimismado. Lamentarse por el IVA o las verónicas del ministro es, tristemente, disparar con trabuco de feria.