Sorprendida por una expectación mediática inesperada, Blanca Marsillach atendió ayer a los medios a su salida del Consell, donde fue recibida en audiencia por la presidenta de esta institución, Maria Salom, a quien le presentó algunos de sus proyectos, con la esperanza de que algún día se representen en Mallorca. La que una vez fue esa "chica de Malasaña que vivía con sus novios en una buhardilla de su madre", que retrató Umbral, es ahora "una monja de hábitos cachondos, pero devota al fin y al cabo", confesó ayer.

Vino a Palma a reunirse con las autoridades y explicarles qué es lo que está haciendo últimamente: tres obras de teatro, teatro terapéutico. Una de ellas está enfocada a las personas discapacitadas, otra a las mujeres con problemas de malos tratos y la última viste a los clásicos del Siglo de Oro con pantalones anchos, camisetas aún más anchas y gorras: los engalana de raperos y los hace participar en peleas de gallos: "Poderoso caballero es don dinero", recita con deje gangsta, Blanca Marsillach. "Es algo muy cañero", dice.

De la "oveja negra" que fue a sus 18 años, "ya solo queda la oveja". Antes prefería "drogarme a hablar de droga", ahora "eso ya pasó a la historia", dice entre risas. "Ni bebo, ni fumo: deporte, trabajo, y camita", como claves para una vida sana.

En el 84, le gustaban los personajes imaginarios, "intemporales", ahora está metida con "la realidad del día a día, los apartados. Los personajes de carne y hueso son los más fantásticos, tienen un mundo interior, superior a cualquier personaje imaginario". Y de eso tratan las obras que, si los convenios con las autoridades llegan a buen puerto, se representarán en 2012 en Mallorca.

Silencio... vivimos, título en claro guiño al Silencio, se rueda de su padre, invita a que personas discapacitadas se conviertan en las protagonistas. Con Pepita Grilla busca lo mismo para las mujeres maltratadas, que "realcen la autoestima. Siempre acabamos bailando".

Y con Una noche Blanca con los clásicos, en la que comparte escenario con su padre, gracias a la tecnología, se queda "la parte más picante y sexy" del Siglo de Oro.

Marsillach se enciende al ser preguntada por la SGAE: "Eso sí es una buena razón para que el sector audiovisual y teatral estén indignados". Y respecto al teatro, su "forma de vida", va "en buen camino con cosas cañeras para atraer a los jóvenes, que vean que la tierra, el escenario, tiene mucha fuerza".