Era un costumbrista y fue un líder de opinión antes de que el reinado de los nuevos medios multiplicara la especie. Antonio Pizá posiblemente fue el periodista más popular, leído y polémico –amado y denostado- en la Mallorca desde los años 60-70. Brillante, ejerció el poder por su eco desde las páginas del diario del franquismo, Baleares, el más vendido entonces porque era el órgano oficial del Movimiento. Dirigió en la transición ese rotativo oficial que nació en 1939 gracias a un regalo de Juan March, que entregó su diario El Día a Falange. Así surgió lo que es el actual Balears.

Pizá destacó por su pluma y su pasión por anticipar noticias en un periodismo en la edad de plomo. Licenciado en Derecho y diplomado en la Escuela Oficial de Periodismo, evolucionó personalmente desde el falangismo militante y convencido hasta su personal apertura democrática en la transición. En 1977 me confesó que su primer voto fue progresista.

En un entorno provincial, gris de régimen e industrial de las linotipias y la tipografía clásica -que abarcó desde la edad media con Gutemberg hasta los años 70 del siglo XX-, Pizá fue innovador y disonante. Era el hombre pegado a una sonrisa irónica y a un cigarrillo perenne, y al teclado de la máquina de martillo que nunca dejó ni en las décadas que fue colaborador clásico del DdM, cabecera a la que se había enfrentado décadas atrás. Escribía velozmente y apenas tomaba notas en las entrevistas para no distraer al personaje. Tenía buena memoria, muchas fuentes, una red de antenas y cómplices en los hoteles.

Optó por usar un apodo que era una declaración de principios ´Cocodrilo´. El cocodrilo de Pizá no era un seudónimo para enmascarar al autor y zaherir desde el anonimato con puyas y anécdotas con sustancia, era casi una declaración de intenciones. Aquella firma fue su marca, nació en su sección de apuntes, denuncias populistas, reflexiones y doctrina, tras haberse ganado aprecio general por su capacidad como reportero y entrevistador de celebridades de la época: grandes vips y autoridades de veraneo.

Sagaz, con piel blindada, generó debates urbanos y polémicas periodísticas y políticas que alguna vez le llevaron a los juzgados. Un día fatal se equivocó, con rancio patriotismo despechado, insultó a Pablo Neruda. Aún hay quien le reprocha aquel exceso, ventajista, en la dictadura de Franco con opiniones obligatorias y censura previa.

Amante del arte, entrevistó varias veces a Joan Miró y coleccionó iconos rusos. Con cincuenta años pasó de ser director de diario a funcionario abogado de Cultura –forzado- y no quería jubilarse. Solitario, escribía poco y pugnaba contra sus pulmones atascados y otras viejas heridas. No quiso hacer sus memorias. Camilo José Cela un día alabó su prosa ágil y punzante y Emilio Romero, ave rapaz del periodismo transformista, también lo protegió.

Antonio Pizá Ramón era de Felanitx aunque nació circunstancialmente en Inca. Su padre era un coronel africanista con casa ante el mar en Portocolom donde el periodista exhibía coqueto su moreno, jugaba a cartas y tomaba un polo de menta. Era un solitario y un dialéctico implacable, a veces paseaba por Palma con una cámara de video.

Nb) El ´Cocodrilo´, un poco antes de la democracia, me dio trabajo en su redacción. Me habían despedido del anterior Diario de Mallorca y me contrató a los 30 minutos. No le gustaba que le recordase que entonces me salvó. Era así, un tímido.