Nunca es un buen momento para perder y, por mucho que este momento tenía que llegar, pocos hubieran imaginado que se produjera en el Municipal de Santa Eulària ante la modestísima Peña Deportiva. Lo triste es que el Mallorca confirmó los peores augurios y, después de cinco empates consecutivos que ya tenían a la afición con la mosca detrás de la oreja, se dejó remontar en ocho minutos en el tramo final de un partido en el que se atrevió a pensar que le bastaría con poco para llevarse los tres puntos. En la primera vuelta bastó en algunas ocasiones, pero los rivales han aprendido. Sobre todo si son de los que nunca se rinden y creen en sus posibilidades, como es el caso.

Vicente Moreno está obligado a detectar cuál es el problema y a ponerle remedio lo antes posible antes de que el Villarreal B, que ayer empató y se queda a cuatro puntos, se acerque todavía más. El golazo de Álvaro Bustos nada más empezar no encontró continuidad en un duelo en el que lo cierto es que no sufrió demasiado hasta esos dos zarpazos de los ibicencos, pero que evidenció que este Mallorca defiende peor que antes y, sobre todo, genera mucho menos peligro.

Es la primera derrota en 247 días -desde el 30 de mayo en Valladolid en el anterior curso-, pero ya hace semanas que los síntomas de que algo no funciona son evidentes, por mucho líder que sea. No todo pasa por fichar en este mercado invernal, pero es evidente que debe reforzarse. Y eso que el choque comenzó muy bien para los rojillos. Cuando ambos equipos buscaban todavía su lugar en el campo, Bustos controló un balón en el vértice izquierdo del área local, superó al defensa Marcos y conectó un disparo envenenado que se coló por encima del guardameta Imanol.

A partir de aquí, el Mallorca jugó a verlas venir. No fue nunca en busca del segundo gol. Y eso es lo difícil de entender. Ni Álex López, ni Abdón, que vio la quinta amarilla y no podrá jugar el domingo contra el Atlético Baleares, dieron nunca sensación de peligro. Por mucho que fuera el equipo grande, los bermellones no tuvieron ningún rubor en dedicarse a conservar la mínima ventaja. Un riesgo. Es lo más parecido a jugar con fuego, porque te puedes acabar quemando. Y así fue. No es que la Peña dominara ni creara peligro. Los de Moreno controlaban sin excesivos problemas los intentos del conjunto de Dani Mori. Pero ya se sabe que en el fútbol cualquier jugada tonta te puede acarrear un disgusto.

Los visitantes cometieron el error de pensar que, con el gol de Bustos, tenían todo el pescado vendido. Les espera una segunda vuelta muy complicada. Porque los equipos se han reforzado, porque todo el mundo cada vez se juega más cosas y porque, ante el Mallorca -el Barça o el Madrid de la categoría-, todos dan el doscientos por cien. Así ocurrió con la Peña, que nunca se dio por vencida. Por ahí empezó a ganar el partido. Consciente de su inferioridad técnica, física y táctica, los ibicencos disputaron cada balón como si fuera el último. Y cuando eso ocurre suele tener premio.

Llegó en el minuto 71 cuando una falta lanzada por Pepe Bernal de forma suave fue rematada de cabeza por el mallorquín Pau Pomar, ante la pasividad de Raíllo y la estirada tardía de Reina, que llegó a tocar el balón. No se conformó el equipo local con este gol. Solo ocho minutos después, Górriz, hijo del legendario defensa de la Real Sociedad de los años 80, se inventó un zurdazo al borde del área que sorprendió a toda la defensa y, de nuevo, a Reina. El Mallorca no reaccionó y buscó el empate sin convicción. Y eso nunca da buen resultado. Toca espabilar.

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