Más de media vida en el Lluís Sitjar. La centenaria historia del Real Mallorca no se entendería sin aquel vetusto estadio enclavado en el barrio de Es Fortí y del que hoy solo queda el solar. La mudanza al antipático Son Moix creó una especie de mito alrededor del Sitjar, agrandado por el último ascenso a Primera y los éxitos conquistados por el Mallorca de Héctor Cúper cuando la edificación estaba a punto de cerrar sus puertas. Aunque lo cierto es que en los 54 años en los que el conjunto bermellón jugó allí hubo más desengaños que celebraciones.

El 2 de septiembre de 1945 el Mallorca jugaba su último partido en el pequeño Bons Aires y se mudaba a un Sitjar que por entonces contaba con un aforo de 15.000 personas. El 22 de aquel mismo mes Espases, canónigo de la Catedral, dio su bendición a la infraestructura en una ceremonia solemne, y un día después el conjunto bermellón disputó su primer partido en la que sería su casa durante las siguientes cinco décadas. El Mallorca ganó al Xerez 3-0 y el honor de marcar el primer gol en el nuevo estadio le correspondió a Sanz, delantero fichado del Constancia.

La imbatibilidad de los mallorquinistas en su nuevo feudo se prolongó hasta el 21 de noviembre, cuando el Ferrol visitó Palma y se adjudicó una ajustada victoria por 0-1.

El estadio se construyó inicialmente sin tribuna cubierta pese a que el arquitecto Garau había proyectado un voladizo que debía tapar toda la grada de preferencia. En aquellos primeros años el Lluís Sitjar era, estrictamente, un campo de fútbol. La entidad balear no trasladó sus oficinas hasta muchos años después, cuando la instalación sufrió una importante ampliación. Hasta entonces la sede social del Mallorca estaba en la plaza Juan Carlos I, en el edificio que hoy ocupan unos grandes almacenes.

Pasarían algunos meses desde la inauguración hasta que la grada disfrutara con rivales de alcurnia. En la temporada 1945/46 el conjunto bermellón estaba en Segunda División, así que una vez terminada aquella temporada se organizó un torneo triangular en el que el club invitó al Barcelona y al Athletic de Bilbao. Se lo adjudicaron los vascos.

Aquellos primeros años se jugaba cuando lo permitía la luz natural porque la electricidad todavía tardaría en llegar. Eso sí, cuando se inauguró el club contó como invitado de honor con el que para muchos sigue siendo hoy el mejor jugador de todos los tiempos: Afredo Di Stéfano. El 14 de agosto de 1959 la estrella del Real Madrid aceptó jugar con el Mallorca en un amistoso contra el Newcastle.

Pese a las sucesivas ampliaciones -se llegó a proyectar una que contemplaba un aforo de 80.000 espectadores- el Sitjar se llenó en muy contadas ocasiones. Han pasado los años, pero no han cambiado los hábitos de una afición que entonces y ahora solo responde masivamente en una gran cita.