Ganarle esta tarde al Sabadell sería la guinda al pastel de la victoria que ayer logró la afición mallorquinista. Pero la lucha ha de continuar para que los pésimos gestores del Mallorca comprendan que, por muy sordos que sean o por dura que tengan la cara, son personas 'non gratas' en Son Moix y, especialmente, en la planta que en las últimas temporadas han ensuciado con sus patrañas.

Ayer se demostró en las calles de Palma que el sentimiento puede más que la mala cabeza, que los títulos de propiedad son papel mojado ante la fuerza del corazón, que el público en particular, hasta los menos aficionados al fútbol, están hartos de quienes solo pretenden comerciar con un bien común cuyas raíces y tradiciones son mucho más sólidas que un talonario de cheques sin o con muy pocos fondos.

No se darán por aludidos, pero el ridículo que tendrán que soportar de hoy en adelante les perseguirá hasta que hayan abandonado el club para no volver jamás.

Karpin, que se ha quedado solo tras la salida de su valedor Aouate, habrá sido el primer sorprendido del éxito de la convocatoria. No le servirá de nada saber que yo también. No obstante, lo inesperado no minimiza la satisfacción de palpar que el Mallorca, como el Liverpool, nunca caminará solo.

El técnico ruso parece haber perfilado un once básico. O, al menos, el fundamento de cada convocatoria. La entrada de Martí por Álex Vallejo es la única novedad destacable de una lista de la que siguen ausentes Saborit, Coeff y Assulin, y parece que por no poco tiempo, al menos mientras Karpin siga en el banquillo.

En Segunda División te pintan la cara cuando menos te lo esperas. El conjunto arlequinado no es de los que rehúyen el contacto con el balón. Puede parecer algo irregular, pero si el público responde como en Ses Tortugues, pese al Madrid-Barça, su aliento reforzará todas las opciones.