"La afición está más indignada ahora que el día del descenso, esto es una vergüenza", decía visiblemente crispada una abonada del Mallorca segundos después de la derrota ante el Hércules (0-1). Los abucheos y los pañuelos dirigidos hacia el palco presidencial se erigieron en los protagonistas en los últimos diez minutos. "Directiva dimisión", fueron algunos de los cánticos más suaves que se oyeron en un momento de enorme tensión por la mala situación que atraviesa el equipo, lejos de los puestos de ascenso directo y sin merecer la credibilidad necesaria para el proyecto de regreso a Primera División.

Los focos se alejaron del balón, visto que los de Oltra eran incapaces de marcar un gol al conjunto alicantino, para centrarse sobre todo en la figura del presidente del Consejo de Administración, Biel Cerdà, y también en la del máximo accionista Llorenç Serra Ferrer en una escena que vivieron de primera mano los nuevos apoderados Miguel Blum, que también es director general, y Tolo Martorell.

La Policía y hasta una decena de miembros de seguridad privada del club tuvieron que custodiar el recinto para evitar que se produjera algún altercado. Pero lo que no podían controlar era la ira de los mallorquinistas, que han llegado al limite. De hecho, incluso algunos hinchas reclamaron que el colegiado señalara el final del encuentro, a pesar de que su equipo iba perdiendo, para mostrar enérgicamente su repulsa a los gestores lo antes posible.

La cara de Cerdà era todo un poema. Sin apenas gesticular, con la mirada perdida y sin hablar con nadie, el pollencí fue el blanco de las iras de muchos hinchas, más allá de los habituales cánticos de la Grada Jove, que desde hace muchas semanas exigen que abandone la poltrona del Iberostar Estadio. "Hijo de p...", "sinvergüenza" o "ladrón" fueron algunos de los insultos que oyó procedentes de personas que estaban a apenas unos metros de su posición. Los 8.149 espectadores, según datos de la entidad, protestaron como si fueran muchos más cuando acabó el partido. Son Moix encolerizó como hacía mucho tiempo que no sucedía porque ya no puede más. Cada paso de Cerdà iba seguido de los mismos de sus escoltas, pagados por el club, por si la cosa iba a mayores. No fue el caso, en el de Serra tampoco, aunque cuando ya desaparecieron los mismos hinchas también cargaron contra los jugadores que quedaban en el campo. Tenían motivos.