La nueva legislación anti-tabaco ha creado un fenómeno social inédito. Hasta ahora, conocíamos lo que se conoce popularmente como "botellón". Que viene a ser una concentración callejera de jóvenes que no tienen dinero para gastar en bebidas, y se montan la barra en plena acera. Ocupando espacios de forma masiva y asaz ruidosa.

Pues bien, las prohibiciones relacionadas con locales como bares y restaurantes están creando una especie de equivalente. Lo podríamos llamar el "fumetón". Consiste en los grupos de personas que tienen que salir de un bar para fumar un pitillo. A veces, el local se queda literalmente vacío. Ya que hasta los camareros optan por dar una calada en la calle. De forma que te das con el espectáculo curioso de un bar desierto con una auténtica multitud agrupada en la puerta.

Como somos una especie comunal y gregaria, siempre acaba por crearse ambientillo. Y ya ves a los participantes del "fumetón", abrigados con gorros y bufandas, charlando animadamente. Haciendo bromas, incluso cantando si están un poco achispados. Mientras en el interior reina una calma sepulcral, con un aire eso sí muy limpio.

No sé si los creadores de esa normativa han tenido en cuenta que de repente el vecindario de cualquier establecimiento se va a encontrar con el "fumetón" bajo su ventana. Y cuando empiece el buen tiempo, las tertulias, discusiones, sesiones de cante jondo, arruinarán el silencio de sus noches.

¿Qué harán entonces? ¿Enviarán a la fuerza pública para reprimir doblemente a los fumadores? ¿Cómo evitarán que delante de cada bar se forme su correspondiente "fumetón" incluso a altas horas de la noche, que además es cuando más se fuma?

Uno, que hace tiempo que no fuma, encuentra desde luego mucho más interesante y divertido el grupito del "fumetón" que la limpieza un poco calvinista del interior. Y me temo que, aunque abstemio de tabaco, acabaré también por colocarme en la calle.