Opinión

Giro de 180 grados, todos por el decrecimiento

Marga Prohens ha percibido el hartazgo global y agarra la bandera de la indignación para liderar la necesaria transformación

Marga Prohens durante una intervención en el pleno del Parlament Balear.

Marga Prohens durante una intervención en el pleno del Parlament Balear. / EFE

El decrecimiento ha pasado de ser palabra tabú y sinónimo de turismofobia a ser asumido como el único camino posible para mitigar la saturación. Ya no es una cuestión de ideología, el malestar ante el colapso derivado de crecimientos turísticos y poblacionales desbocados es transversal. Se ha percibido de manera nítida en el ultimátum de los vecinos de Sóller, agobiados por las kilométricas colas de visitantes que invaden el municipio. El Govern de Marga Prohens ha percibido el calado de ese hartazgo global y no le han dolido prendas en dar un volantazo, agarrar la bandera de la indignación que podría arrollarla y situarse en primera línea para liderar la necesaria transformación. Las masivas protestas de Canarias contra el modelo de desarrollo fueron un aviso para todas las comunidades turísticas. La manifestación en defensa del catalán en Palma, superando las expectativas de sus convocantes, mostró a Prohens el músculo de la capacidad de movilización social que vuelve a convocar a la ciudadanía el 25 de mayo, bajo el lema ‘Mallorca no es ven’. Las retenciones de tráfico diarias más allá de las horas punta, ya en mayo, son como la fiebre, síntoma de una enfermedad que exige intervenir y que va más allá del factor turístico. La rápida reacción de la presidenta ante el creciente desasosiego social y a las puertas de una nueva temporada de récord de visitantes supone un giro de 180 grados inesperado y secundado por la Federación Hotelera. Ha cogido por sorpresa a la oposición y le permite tomar las riendas de la agenda política.

Los populares accedieron al poder acusando de intervencionismo al Govern de Francina Armengol por sus incipientes medidas restrictivas, que tampoco contuvieron el crecimiento por sus múltiples excepciones, y prometiendo derogar la moratoria turística para gestionar los flujos del éxito con audacia. Tras menos de un año en el Consolat, la tozuda realidad se impone y la presidenta acaba reconociendo que el modelo turístico «ha llegado a su límite». Convocará la Mesa de Turismo para dibujar un nuevo horizonte de crecimiento en valor, no en volumen. También hará una macroencuesta a la población, como ya pidiera Carmen Riu, pionera en la visión del decrecimiento dentro del sector que anuncia su retirada en un momento crucial, que requiere de su talento. Las propuestas se acompañan de una medida que supone un punto de inflexión, la reducción del techo turístico en 18.000 plazas en Mallorca anunciada por el presidente del Consell de Mallorca, Llorenç Galmés, junto al conseller de Turismo, Marcial Rodríguez. Sin llegar a eliminar plazas operativas, como se reclama desde el ecologismo y algunos sectores de la izquierda que piden más, ambos han tomado el guante que dejó sobre la mesa el exvicepresidente, Iago Negueruela, a quien también se secundará renovando el acuerdo para regular la llegada de cruceros. Algo no debió hacer tan mal el socialista, como algo no está haciendo tan mal la derecha cuando recalcula sus posiciones para zanjar definitivamente el principio de que el peor turista es el que no viene. Superados los anuncios, llega la hora de la verdad, toca concretar las decisiones. Habrá discrepancias en la intensidad, pero el camino hacia el decrecimiento es irreversible si no queremos morir de éxito.