La nueva línea roja de la política balear pasa por preservar la posición del actual vicepresidente del Govern y líder de Més, Biel Barceló, aun a costa de poner en peligro el buen funcionamiento y la solidez del pacto de izquierdas. Los riesgos son evidentes y no conviene desestimarlos de forma frívola. Las noticias publicadas estos últimos días por Diario de Mallorca han permitido revelar prácticas dudosas por parte de algunas consellerias de Més -y, por lo que ahora sabemos, también con posibles ramificaciones en Cort- que, más allá de lo que concierne a su legalidad estricta -algo que, en todo caso, deberá dirimir la justicia-, apuntan hacia un cuestionable sentido de la responsabilidad pública. Un fracaso que afecta, como mínimo, a la ética y a la estética, pero también, y de forma muy notable, a la política. Además de la honestidad pública y de un escrupuloso respeto a las instituciones, a las leyes, a las formas y el estilo, la democracia exige un cierto sentido de la oportunidad y del deber. Cabe preguntarse, por ejemplo, cuál era la utilidad inmediata de encargar un informe sobre el público que acude a los conciertos de la Sinfónica -por un coste superior a los veinte mil euros- y también cuál era su urgencia. Las indudables estrecheces presupuestarias de nuestra comunidad autónoma, junto a las preocupantes consecuencias de una crisis económica todavía no resuelta de forma definitiva, precisan de una pulcritud máxima por parte de nuestros gobernantes. En este sentido, la estética precede a la ética y a la política. O, al menos, van de la mano. Porque, si no se conjugan adecuadamente estos tres pilares de la representación pública, se abona el campo para las proclamas del populismo y de la demagogia, con sus demandas antisistema y su cinismo moral. Se trata de un riesgo real que no debemos obviar ni ocultar y que, con su dudosa gestión, los dirigentes de Més implicados en la adjudicación de contratos menores a su jefe de campaña, Jaume Garau, y a otras empresas afines, han vuelto a poner temerariamente sobre el tapete.

Ante la crisis abierta por sus socios de gobierno, la presidenta Francina Armengol ha respondido con prontitud forzando la marcha de la consellera Ruth Mateu y a algunos de sus altos cargos, nombrado a la ibicenca Fanny Tur nueva responsable de Cultura y transfiriendo la dirección general de Transparencia a la conselleria de Presidencia. Sin embargo, todavía es pronto para saber si estas medidas serán suficientes. La línea roja marcada por Més, que pasa por mantener a Biel Barceló como vicepresidente del Govern y conseller de Turisme, ha sido respetada por un PSOE que no quiere dinamitar el pacto de izquierdas ni convocar nuevas elecciones autonómicas. Pero se trata de una línea frágil y delicada que requerirá un esfuerzo muy notable de los partidos en el gobierno para reconducir la situación. Esta crisis de Govern se ha cerrado de momento, pero no definitivamente. La solución final se encuentra en suspenso a la espera de los resultados de las investigaciones que está llevando a cabo la Fiscalía Anticorrupción de las islas. Mientras tanto, una cierta atmósfera de decepción se extiende entre una ciudadanía necesitada de una mayor ejemplaridad pública.