Desde el año 1982, con 18 recién cumplidos, he votado siempre socialista. Desde el día siguiente de perder las elecciones municipales del 2007, en las que formaba parte de la candidatura de Calvià, soy militante socialista. Me considero también, por tanto, 100% socialista. Y me gusta que mi partido gane elecciones para cambiar y mejorar la realidad en beneficio de quienes más dificultades tienen. Ganar para gobernar; gobernar para mejorar la vida de los desfavorecidos. Este es un anhelo de todos mis compañeros.

Mi partido, el PSOE, se encuentra en un momento crucial. Y aporto ahora mi opinión personal que no corresponde necesariamente ni a la de la Ejecutiva de Calvià ni, mucho menos, a la de la Agrupación de Calvià. Es tan sólo mi opinión, y quiero dejarlo claro. Cada militante forma la suya y aplaudo que la defienda, eso sí, desde el respeto a quienes piensan diferente. Los militantes elegiremos a nuestro secretario/a general en estas primarias de mayo. Primer mensaje: mi partido se entregó a la democracia directa de un militante un voto. Y reivindico ese paso como crucial, comprometido y ejemplar.

Los tres candidatos, Patxi, Pedro y Susana (por orden de presentación) son grandes socialistas. Pero ese no es el tema. El problema es decidir quién es el/la mejor para liderar el partido en este momento crucial. Y, añado, decidir quién es el que garantiza mejor un proyecto de unidad que sepa gestionar "el día siguiente". Sólo se transforma desde el gobierno, y sólo se gana desde la unidad. Me parece algo oportunista circunscribir, como se ha hecho ahora, nuestro problema electoral a 2015 y 2016. En 2011, con un candidato al que voté y defendí como secretario general en el congreso de Sevilla en 2012, Rubalcaba, se produjo la debacle electoral del PSOE: perdimos 59 escaños y más de cuatro millones de votos. Y en ese año no había una alternativa electoral de izquierdas como Podemos. Cierto que en 2015 perdimos veinte más, pero allí irrumpió Podemos con 69. Y esa es la realidad que no conviene obviar. La gestión de la crisis nos pasó factura en 2011 y siguió haciéndolo en 2015. Culpar a un candidato de ello, es poco menos que no querer afrontar las causas reales. Y si queremos volver a ganar, habrá que fijar al partido en las políticas de izquierda que nos son propias, y con ello, recuperar a los, al menos, 2,5 millones de votantes que se fueron a Podemos.

Creo honestamente que la decisión que tomemos no puede alumbrarse desde el rencor o revancha, aunque se pueda entender. El infausto comité federal del 1 de octubre si ha de servir de algo es para aprender de él, es para no consentirlo más. La decisión ha de buscar la solución a una división que es hoy una amenaza, ya sea división entre los dirigentes, o sea de fractura entre ellos y las bases. Dividir es perder.

A día de hoy creo que la mejor solución pasa por una candidatura complementaria, en la que se sumen un líder que conserva una envidiable conexión con las bases y representa un sentimiento de coherencia con los votantes, Pedro Sánchez, y un líder que pueda, como portavoz en el Parlamento, confrontar nuestro proyecto con el del PP durante una legislatura que se prevé movida, además de significar para muchos la solvencia de su gestión en Euskadi, proceso de paz incluido, y las iniciativas de Gobierno abierto y transparente que encabezó cuando nadie hablaba de ellas. Me refiero a Patxi López. Ambos defendieron hasta el último suspiro el no a Rajoy: uno dimitió para no abstenerse, otro acató a disgusto, como tantos otros, una decisión del comité federal; uno asumió de forma acertada su liderazgo, otro acató y respetó los órganos de dirección, como hicieron destacados miembros de la actual candidatura de Pedro.

Ambos miran con decisión hacia un proyecto de partido abierto, donde los militantes tengan la voz, pero distingan la necesaria lealtad, de la fidelidad. Un proyecto que permita un liderazgo controlado por un órgano federal de representación, que blinde al partido de un líder plenipotenciario, pero que lo controle desde la lealtad y una estructura definida de consultas a las bases en temas claves.

Ambos miran con la generosidad necesaria la plurinacionalidad de España, que reconozca la diversidad y sepa integrarla en un proyecto común, con diversas lenguas, culturas y realidades. No es nuevo. Ya en la transición lo veíamos así.

Estuvimos a un golpe de responsabilidad de Pablo Iglesias de lograr el cambio que necesitaba España, de tener a uno de presidente del Gobierno de España y al otro de completar una legislatura como presidente del Parlamento. Era un gran equipo que sólo tumbó la preferencia de Iglesias de liderar la oposición antes que apoyar un cambio.

Y si era un gran equipo, ¿por qué no reeditarlo?

Si Pedro y Patxi se sientan, si se suman, unimos bases, votantes y partido, y sumamos gestión, ilusión y experiencia. Y estoy convencido de que forjaremos de nuevo un PSOE que atraiga a nuestros votantes pródigos que se fueron esperando nuestra reacción. Esperando que volviéramos a ser alternativa referente a las políticas de la derecha. Ese partido que construyó los mejores avances sociales y de derechos individuales que nunca alcanzó España en tan poco tiempo.

Es posible. Y es, además, necesario.

*Militante socialista y alcalde de Calvià