Los profesores siempre han considerado la pedagogía una disciplina seria y útil, que estudia estrategias y métodos instrumentales para perfeccionar la práctica de la enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, desde que funcionan los institutos de Ciencias de la Educación, los profesores han ido perdiendo la fe en la pedagogía y suelen mirar con desconfianza las orientaciones, sugerencias y trabajos de los pedagogos. Todo ello por cinco razones: porque los pedagogos se empeñan en considerar la pedagogía como lo que no es, una ciencia; porque desconocen la realidad del aula; porque no tienen en cuenta la experiencia de los docentes de base; porque quieren imponer innovaciones educativas no contrastadas; y porque están fuertemente ideologizados.

Hace una semana, Carmen Orte Socias, catedrática de la UIB, directora del GIFES. o Grupo de Investigación y Formación Educativa y Social, inserto en el ICE de la UIB, publicó en este mismo diario un artículo que confirma dos de las razones de la desconfianza anteriormente señaladas: la forzada conversión de la pedagogía en ciencia y la acusada ideologización de los pedagogos.

Carmen Orte repite varias veces que la investigación educativa debe conducirse por el método científico y que los investigadores de los ICE han de perseguir la "excelencia investigadora" y publicar en las más prestigiosas revistas de ciencia. Sin embargo tan estupenda afirmación es desmentida una y otra vez en el artículo, hasta el punto de convertirse ella misma en una caricatura de científica y de transformar la ciencia en pseudociencia.

Veamos.

En primer lugar, reconoce, nada más empezar, que lo que realmente le fascina de las Ciencias de la Pedagogía no es su carácter explicativo sino su "poder ejecutivo". Extraña afirmación en alguien que se considera científica, ya que la fascinación por el poder ejecutivo es propio, no de científicos, sino de políticos autoritarios que desean legitimar sus arbitrariedades con la autoridad y sello de la ciencia. La historia nos ha enseñado hasta dónde puede llegar esta conjunción ciencia-poder en los experimentos sociales nazis y comunistas.

En segundo lugar, Carmen Orte confunde ciencia con acción política, cuando afirma sin despeinarse que las Ciencias de la Educación son "capaces de modificar, de forma irreversible y en positivo, la vida en general y el comportamiento en particular de las personas a cualquier edad, en cualquier momento, en cualquier situación". Desde siempre los profesores hemos sabido que la calificación de la conducta humana como buena o mala es asunto de la ética y de la moral y que la modificación de la conducta es asunto de la religión y de la política, no de la ciencia.

En tercer lugar, también sin descomponer la figura, la articulista afirma que "la investigación no discurre al margen de la ideología, eso ya lo sabemos y debemos ser conscientes de ello haciéndolo presente en la investigación". Sí, ha leído bien el lector de este artículo, no se frote los ojos: la ideología, rectora de la ciencia. Difícilmente se puede concebir juicio más destructor de la ciencia. ¿Se puede convencer al ciudadano, con afirmaciones semejantes, de que la ciencia significa avance de la humanidad? ¿Podremos los profesores transmitir sin sonrojarnos tales verdades a nuestros alumnos?

En cuarto lugar, desprecia la independencia del investigador y del científico al considerar que "la investigación no debe decidirla el investigador o el grupo de investigación, aunque lo haya estado haciendo durante mucho tiempo. La investigación educativa, de la que queremos ocuparnos, debe orientarse a aquellas cuestiones que son importantes para mejorar la vida de las personas". Estas palabras convierten al científico en una correa de transmisión de otras personas que le dictarán las líneas de investigación, guiadas no por criterios o intuiciones científicas sino por intereses políticos o ideológicos.

Por último, la investigadora de la UIB afirma sin ningún rubor que es acorde con el método científico la discriminación positiva a favor de las mujeres científicas, "que vamos a apostar por la investigación sobre y con las mujeres. Incluyendo acciones de discriminación positiva para que puedan llevar a cabo sus carreras investigadoras". Extraña manera de perseguir la excelencia y de respetar el método científico es esta, que consiste en apartar a algunos de los mejores investigadores por aplicar discriminación positiva a favor de las investigadoras.

En definitiva, este artículo es un claro ejemplo de a qué extremo ha llegado la pedagogía y educación en España, especialmente en Balears. Se trata de convertir las escuelas en un campo de intervención e ingeniería social para, en nombre de una falsa ciencia, modificar conductas e imponer ideología, algo no muy distinto a lo que siempre han querido de la educación los regímenes totalitarios.

Postdata: ¿Debemos preocuparnos? ¿No se limita todo a unas pintorescas y descabelladas afirmaciones que no tienen ninguna transcendencia práctica en las aulas, porque el sentido común de los profesores se encargará de arrinconarlas? Ojalá, pero tengamos en cuenta que hasta hace unos días el jefe de Carmen Orte era el actual conseller de Educación de Balears, Martí March.