El 25 de junio se cumplen cien años de la declaración del archipiélago de Cabrera de utilidad pública por motivos de seguridad del Estado y sujeto a expropiación forzosa, pasando a formar parte del dominio público del Estado, afecto al ministerio de Defensa. El archipiélago tiene labrado en su superficie la impronta de su pasado castrense, ligado a los avatares de ocupaciones, contiendas y hostilidades sufridas a lo largo de su historia, que han conformado su carácter singular y traído hasta nuestros días un enclave pequeño en cuanto a extensión pero de un notable peso específico en cuanto a su valor ambiental y cultural.

La historia militar de Cabrera se remonta a varios siglos atrás, difícil de datar con exactitud, con diversos sucesos que hablan de contiendas y batallas. Su interés como enclave militar encierra una contradicción. Por su extensión y naturaleza, nunca ha habido un verdadero y decidido interés para ser usada como una plataforma militar propia, ofensiva o defensiva. Tampoco ha tenido esa relevancia en el conjunto del Mediterráneo occidental, como sí la han tenido, y la tienen, Mallorca y Menorca. Sin embargo, desde el punto de vista militar, siempre se ha considerado importante su posesión y defensa para evitar su dominio por elementos o potencias hostiles. Y es, curiosamente, en la modernidad durante la I Guerra Mundial cuando a nivel nacional se toma verdadera conciencia de su valor e importancia, si bien ese interés, que hizo que el Estado expropiase el archipiélago, nunca se materializó dotándola con un sistema de fortificación y de defensa apropiado.

Es sin duda la historia del castillo de Cabrera, edificado en el siglo XIV para proteger la isla de los ataques de los piratas berberiscos, lo que pone de relieve su pasado de armas.

Pero es el cautiverio de los franceses el episodio militar más conocido y significativo de los ocurridos en Cabrera. Durante la guerra de independencia (1808-14) que enfrentó a España y Francia, unos 9.000 prisioneros de la Grande Armée, la mayoría derrotados en la batalla de Bailén y olvidados por Napoleón en España, fueron confinados en Cabrera donde sufrieron un penoso cautiverio que duró cinco largos años, al que sobrevivieron 3.000 cautivos.

Cabrera, custodiada por una guarnición militar cuyos efectivos han estado siempre de acuerdo a las necesidades y circunstancias de cada momento, ha permanecido a lo largo de su historia relativamente aislada de los cambios de su entorno. Precisamente, este aislamiento, consecuencia de su carácter militar, hizo que se mantuviera al margen del gran desarrollo turístico que en los años 60 y 70 se produjo en el resto del archipiélago balear.

A finales de los años 80 hubo una serie de protestas, encabezadas por grupos conservacionistas, que reivindicaban el cese de las maniobras militares y la protección del archipiélago. A partir de entonces, comenzaron los primeros intentos para convertirlo en el primer parque nacional marítimo-terrestre de la red estatal. Hecho que se materializó con la publicación de la ley 14/1991, de creación del parque nacional marítimo-terrestre del archipiélago de Cabrera, que establece que el parque nacional "será compatible en todo momento con su naturaleza jurídica de dominio público, afecto a la defensa nacional" y ordena que se redacte un plan especial de usos militares del parque que compatibilice las actividades militares con los criterios y objetivos del parque nacional y, muy especialmente, de lo recogido en su plan rector de uso y gestión. Dicho plan especial fue presentado por Defensa en el patronato del parque y aprobado por mayoría.

La sociedad española es consciente y valora de manera muy positiva el servicio que sus fuerzas armadas prestan en el campo de la seguridad y defensa. Pero hay un aspecto menos conocido y poco divulgado como es su relación con la protección del medioambiente. Las fuerzas armadas procuran hoy en día alcanzar una plena operatividad sostenible, es decir, el logro de una máxima operatividad militar sin que ello signifique, ni mayores consumos energéticos, ni aumento de la contaminación debido a los residuos. Tal desafío, va acompañado de una información y formación medioambiental del personal que permite gestionar de manera adecuada y eficaz los asuntos concernientes a la sostenibilidad ambiental y eficiencia energética en las instalaciones militares, Cabrera representa un claro ejemplo de ello. Su carácter militar y la presencia continua del ejército han contribuido a que, un valioso espacio natural como es el archipiélago de Cabrera, enclave único que entremezcla historia, geología, agua, flora y fauna, no se haya alterado su gran valor ecológico, manteniendo un alto grado de conservación de sus hábitats terrestres y marinos, lo que posibilitó que hace ahora 25 años fuese declarado parque nacional marítimo-terrestre.

El archipiélago de Cabrera supone un ejemplo paradigmático de protección medio ambiental y enclave militar. Su carácter militar y la aplicación de una adecuada política medioambiental por parte de las distintas instituciones estatales y autonómicas con responsabilidades en el parque nacional han contribuido a evitar la degradación de tan valioso paraje, haciendo compatible su uso militar con la obligada conservación del medio natural. Sin embargo, se ha constatado que la conservación basada en la declaración de espacios protegidos aislados es insuficiente para contener la pérdida constante de biodiversidad. Por eso, se debe seguir trabajando en la integración de esos espacios en la planificación territorial, en las políticas de gestión de los usos del suelo y de los recursos naturales y en la regulación del uso público de los mismos que aseguren la conservación de los ecosistemas naturales.