Cataluña expresó ayer plásticamente su grado de desafección hacia su actual statu quo. Y aunque el bullicio no siempre resume en todas sus dimensiones los estados de ánimo, hay que deducir de la expansión de la Diada que el regreso a la normalidad requerirá gran dedicación, rodeada de cautelas para que el conflicto no salga de sus cauces. Y no deja de ser curioso que esta exacerbación catalana coincida en el tiempo con un relevante pacto entre el nacionalismo moderado vasco, el PNV, y el PSE, que dotará al lehendakari Urkullu de estabilidad durante la legislatura.

Ese pacto económico y fiscal, que vincula a la primera y la tercera fuerzas políticas de Euskadi, margina a la segunda, que es Bildu, la izquierda radical ya liberada de sus lazos con ETA. Pese a unas primeras vacilaciones del PNV que posibilitaron el acceso de Bildu a algunas instituciones „como se sabe, gobierna Guipúzcoa y San Sebastián„, PNV y PSE han recuperado su proximidad histórica „han gobernado juntos largos períodos en los ochenta y noventa„ y han decidido sensatamente aliarse para procurar el objetivo más perseguido por la sociedad civil: salir de la crisis, reducir el desempleo y emprender una senda de prosperidad. El acuerdo incluye un gran plan de reactivación económica y empleo, así como una reforma fiscal que contiene planes de lucha contra el fraude.

Para emprender este viaje, el PNV ha tenido que aplazar su plan de reforma política que incluye la evolución del Estatuto de Guernica, dentro de la Constitución y con un consenso que debe alcanzar al menos el que se consiguió con el Estatuto vigente de 1979. No hay, pues, horizontes independentistas en la primera formación nacionalista de Euskadi, que ha sorteado con solvencia el reto de mantener la primacía tras la legalización de las fuerzas abertzales y el fin de la violencia etarra.

Como destacaba Luis R. Aizpeolea en un análisis sobre estos asuntos, "ya sabemos que las circunstancias políticas de Cataluña y el País Vasco son distintas. Pero no se puede negar que estamos ante una de las grandes paradojas de la política". En efecto, mientras CiU fue el paradigma del nacionalismo moderado y cooperativo, el PNV se lanzó con Ibarretxe al aventurerismo centrífugo, que no prosperó. Ahora se han vuelto las tornas€ probablemente „entre otras causas complejas„ porque en Euskadi se ha resuelto mediante el régimen de concierto el encaje material del País Vasco en el Estado, en tanto Cataluña no ha hallado ubicación cómoda en España.

Hoy, llegados al punto en que nos encontramos, ya no puede pensarse que unos simples cambios en el modelo de financiación resolverán el ´problema catalán´, pero no por ello debe desconocerse que la pacificación de Cataluña, que requerirá costosas terapias políticas, pasa por una reforma a fondo de la autonomía fiscal y financiera. Sea mediante una reforma constitucional que posibilite el concierto o a través de un salto federal que generalice un régimen similar. Dicho de otro modo, la solución política del conflicto abierto en Cataluña debe llevar por delante medidas económicas de esta índole. Porque el sistema actual, que en efecto consagra situaciones injustas, es el catalizador que enciende la crispación catalana. Ojalá se vea todo esto con la debida clarividencia antes de que la ruptura se vuelva irreversible.