A mi edad puedo visualizar mentalmente las distintas situaciones de crisis por las que hemos pasado en los últimos cincuenta años y la forma en que se han ido diluyendo.

Dejando aparte la situación de España en la postguerra civil española, donde la figura posesoria de los inmuebles era la del realquilado; persona o familia que arrendaba una parte del piso por un módico precio pagado al inquilino o al subarrendatario, según los casos; deseo hacer una pasada, aunque sea superficial, por los años 70 del siglo pasado en que se cernió sobre nuestro país una gran crisis económica. La causa: la falta de dinero provocada por la inflación por causa del petróleo (crisis del petróleo).

Los bancos no prestaban y sólo lo hacían respecto al 50% de valor de los inmuebles que se hipotecaban en garantía real de los créditos. Pero la imaginación actuaba en muchos casos y la economía llegó a salir adelante con los años. Se recurrió a la primitiva figura de la permuta: el señor que era propietario de un terreno lo cedía a un tercero, casi siempre en documento privado, a cambio de un local o varios, o de una vivienda o varias en el edificio que, a su vez, el adquiriente se obligaba a construir en el terreno adquirido por permuta. A su vez el constructor, que había adquirido sin dinero el terreno, como únicamente tenía posibilidad de hacer un proyecto de edificio se ponía en contacto con un Arquitecto, que cobraba a plazos, y una vez descrito el edificio correctamente en los planos, se ponía a vender sobre los mismos las viviendas y locales resultantes.

Se cobraba un tanto por ciento que se destinaba a la iniciación de la obra. A partir de tal momento se acudía a un banco que prestaba una suma, nunca superior al 50% del valor de los pisos y locales; se declaraba la obra nueva aún inexistente y con los préstamos obtenidos por los pisos y locales se terminaba el edificio.

Como se verá la imaginación era poderosa, pero, casi siempre, honesta. Situación muy lejana a la que nos afecta en el día de hoy, en que los bancos han acudido a los despachos de los constructores ofreciendo hipotecas por un valor, casi siempre, superior al valor de la construcción. El dinero, aunque inexistente (sólo existía en las anotaciones contables), ha sido fácil de obtener. Los bancos lo han ofrecido fácilmente y para su captación han ofrecido varias clases de bonos cuyo contenido era imposible de explicar incluso por altos directivos de los Bancos, me refiero a los bonos estructurados, participaciones sin vencimiento, etc, que hoy son objeto de procedimientos judiciales por afectar a la libre voluntad de los adquirientes.

Las actividades de los años 70 eran imaginativas. Las actividades que han dado lugar a nuestra crisis han sido deshonestas.

Los bancos han ofrecido, sin garantía, dinero que han obtenido a su vez sin dar garantía de recuperación. El dinero ha sido ficticio.

Al ser fácil, la sociedad (en ella incluyo a la Administración que ha incurrido además en casos que están en manos de los Tribunales) se ha endeudado y al fallar una parte de la economía nos hemos encontrado con deudas que no podemos asumir, lo que deriva en la quiebra económica y sus consecuencias como el desempleo, inflación, etc.

La imaginación puede ser deshonesta. El engaño siempre.