El discurso presupuestario del vicepresidente Aguiló, correcto en las formas (cosa que es de agradecer), se caracterizó por un elemento esencial en su fondo, común al conjunto argumental del neoconservadurismo: su patente ideologización. La ideología está más presente que nunca en el mundo económico actual. Quienes estimulan eso y profesan esa "retórica" de la economía, son las mismas personas que descalifican el keynesianismo como una opción ideologizada. El mantra es de una simpleza total, sin apenas matices: urge adelgazar la administración pública (sin que se explique cómo), debe estimularse la empresa privada (con palancas ya existentes, nada nuevo bajo el Sol); el mercado es la institución que lo regula todo (afirmación que suele llevar disgustos amagados a algunos sectores empresariales que, curiosamente, no saben operar sin la intervención pública y quieren manos bien visibles); y se impone bajar los impuestos, toda vez que se dibujará, poderosa, la curva de Laffer, es decir, se acabará recaudando más (si bien no existe un solo ejemplo serio en historia económica que avale esa tesis). El peso de la ideología es, pues, enorme. E infiere la consolidación del pensamiento único, esa exclusiva línea incuestionada para desarrollar política económica, que lo acaba por impregnar todo. Un pensamiento unívoco que configura el marco y construye el relato (según la interpretación de Lakoff), para concluir que al margen de todo ello sólo existe la nada. Eso es, sin duda, un éxito de los think thank de la derecha, que ha contaminado, además, a la izquierda.

Las palabras de Bauzá cuando habla de Economía, o el discurso de Aguiló sobre el presupuesto, que he leído con atención y respeto (a parte de otras declaraciones suyas sobre temas económicos), sugieren al lector que estamos ante dos creyentes de la prédica ultraliberal. Y digo creyentes porque lo que dicen se sustenta, estrictamente, en la fe; no invita a aplicar parámetros presididos por el discurso científico, habida cuenta que la concreción roza el cero (y ya saben que la ciencia suele ser materialista). Comprendo que en el fragor político, en la esgrima discursiva, se utilicen licencias o incluso se produzcan excesos, siempre que estén sometidos a unos mínimos de educación y cautela hacia la disensión ajena. Pero debo confesar que, dicho esto, no entra en mi elenco de torpezas una que me parece criticable, para alguien que maneja un presupuesto público: que dos más dos, mire usted por dónde, siempre suman cuatro. Y digo esta perogrullada porque, en ocasiones, Bauzá y Aguiló no parecen dar a la tecla de la calculadora, y se ensueñan en la especulación, bajo el tinte de la ideología. Porque, vamos a ver, se puede criticar ácidamente la gestión anterior arguyendo, incluso, que yo estaba orgulloso por haber generado tanta deuda pública. Pero lo que ningún colega podrá negarme es que siempre se habló con claridad meridiana: que, en efecto, se aumentaba la deuda pública, y no se escondía; que, de igual forma, se provocaba más déficit, y se comunicaba; que nunca se habló de "brotes verdes" cuando se hacía por muchas comunidades incluidas las del PP; y que, en fin, se presupuestaba en desequilibrio por un tema tan simple como contundente, que igualmente se advertía: porque los ingresos caían a niveles de una década anterior, y se apostaba por desarrollar políticas públicas. Lo que no puede decirse, porque ofende la inteligencia, es que se harán ajustes para cuadrar el déficit, se va a reducir deuda y, además, se van a mantener los servicios públicos. Oigan, esto no encaja: los panes y los peces se multiplicaron una sola vez, y fue alguien infinitamente más importante que nosotros quien hizo el milagro. Aquí, la ideología falla, porque deviene una falsedad, una falacia. Les confieso que prefiero las posiciones de mi admirado amigo Andreu Mas-Colell, que dice que se van a recortar los servicios públicos para cuadrar las cuentas, y sus pasos se encaminan hacia ese escenario. No comparto esa política pública, pero al menos es coherente con la ideología que defiende. Pero he aquí que resulta que Bauzá y Aguiló acaban siendo un híbrido entre Hayek y Keynes, una síntesis rara de perfil frankensteniano, alejada de la síntesis del gran Paul Samuelson. Porque quieren recortar€ pero por lo que dicen a trocitos cortos, para preservar€ lo que defienden los keynesianos, es decir, un cierto welfare state. Eso sí: sin aumentar ingresos. Insólito.

¿Quieren datos? Ahí van. El 2011 se cerrará con un déficit importante, superior al permitido. Y eso, lo aviso, no podrá ser adjudicado únicamente al gobierno anterior. El 2012 las cosas no pintan mejor, y esto lo sabe el equipo de Aguiló. El presupuesto es pura ciencia-ficción: es un sí, pero no, y ja ho veurem€ Se clausurará el año con un gasto consolidado en la sanidad pública que rondará los 1.400 millones de euros, mientras esos presupuestos presuntamente "realistas" nos hablan de 1.200 millones. Sólo aquí (sin contar Educación o Servicios Sociales) hay un desequilibrio de poco más de 200 millones que, o bien deberán recortarse de forma drástica en el curso del ejercicio 2012 (como, insisto, está haciendo Mas-Colell en Catalunya y lo está comunicando sin tapujos) para llegar al 1,3% de déficit sobre PIB (que es el permitido por el Consejo de Política Fiscal y Financiera); o bien se puede tirar adelante, con lo que el incumplimiento penalizará la emisión de deuda pública balear, permitida por el Consejo de Ministros. En este punto, vean otro dato alarmante: para 2012, se habla de una deuda de poco más de 900 millones de euros, la cifra más elevada de cualquier ejercicio económico (¿ven como la ideología se disloca?), mientras el Ejecutivo de Bauzá se las ve y se las desea para protocolizar poco más de cien millones de euros. Poca carga para unas alforjas que pretenden ir estibadas de más mercado, más puntos de equilibrio, más liberalismo económico, más estímulo a los emprendedores. La realidad, tozuda, se impone.

La guinda de Bauzá no tiene desperdicio: sus comentarios e interpretaciones sobre el rating negativo de Standars&Poors para Balears, en el sentido de que, según el president, se confirma lo mal que lo hizo el gobierno anterior. Alguien debería explicarle a Bauzá cómo funciona una auditoría de rating: qué se procesa y qué ingredientes se tienen en cuenta (entre otros, no se olvide, las propias declaraciones de los políticos: lo advertí hace ya meses). Entiendo que, desde el PP, se quiera lanzar a la hoguera la gestión del Ejecutivo de Antich; pero, bueno, a este paso se nos acabará culpando de la muerte de Manolete, tal es el exceso en el que se incurre por parte de los portavoces del PP. Incluida, por cierto, la señora Cabrer que, como todo el mundo sabe, fue un prodigio en su gestión pública dado el recato en el gasto que la caracterizó, con episodios comprobables en las autopistas de Eivissa o en el Metro de Palma. Todo a precio de canari jove. Ahí tampoco se acaba por entender que las matemáticas tienen sus propios diablos (como ilustra Hans Magnus Eszenberger) y que, en efecto, nos pongamos como nos pongamos, dos y dos siempre van a sumar cuatro. Acabo: reconocer de forma vehemente los desequilibrios no significa aplaudirlos; implica no engañar a la gente con fundamentos ideológicos de enorme simpleza. En Economía, lo he dicho siempre, la mentira tiene piernas muy cortas. Pero ignorar que existe el juego de suma cero supone caer no en la ciencia lúgubre de Carlyle (que así definió a la ciencia económica), sino en el más abyecto del patetismo. Ideológico, para más señas.

(*) Catedràtic d´Història i Institucions Econòmiques i exconseller d´Economia i Hisenda