Muchas veces, una palabra a tiempo o una explicación consecuente, pronunciada lo antes posible, es suficiente para descartar sospechas, evitar problemas o esquivar malentendidos. Es la impresión que uno puede tener después de ver lo ocurrido tras el hallazgo fortuito de un cementerio con un considerable número de atunes en aguas de sa Dragonera. Unos buceadores se llevaron una sorpresa mayúscula el sábado al topar con la inusual cantidad de túnidos muertos en las profundidades del Cap de Llebeig. ¿Qué había pasado? ¿Cuál era el origen de la masacre? ¿Había negligencia en todo ello? Son los interrogantes que fluyen de forma natural y espontánea ante un incidente como este porque, independientemente de cuál sea su condición, está claro que por lo menos, por infrecuente y hasta antinatural, constituye un accidente que daña la imagen y quien sabe si el ecosistema del paraíso natural de sa Dragonera.

Hechas las correspondientes averiguaciones, se pueden reproducir los hechos: El cerquero Nuevo Carrillo, adscrito a la cofradía de pescadores de Palma, tuvo problemas el jueves pasado por un exceso de captura que se vio imposibilitado de arrastrar. Requirió el auxilio de Salvamento Marítimo pero, aun con su asistencia, no se pudo evitar que la carga se desprendiera antes de llegar a aguas menos profundas y poder alzar las capturas a bordo. Esta, en pocas palabras, es la narración de lo ocurrido. Un accidente que comporta notables perjuicios económicos para los pescadores del Nuevo Carrillo –perdieron el fruto de su trabajo– pero que si se hubiera explicado antes de ser descubierto y de forma consecuente a la opinión pública, hubiera evitado sobresaltos y ahuyentado dudas y sospechas. Mucho más si se tiene en cuenta, como confirman las autoridades marítimas, que no hay nada punible ni fraudulento en el percance que acabó con la pesca en el fondo del mar. Por esta misma causa, el silencio se ha vuelto más incomprensible.

El Nuevo Carrillo tenía toda la documentación en regla y trabajaba sobre una especie llamada bacoreta que no está sujeta a cuota ni restricciones. Nada que decir pues, con la normativa en la mano, sobre este arte de pesca que ha desembocado en una especie de accidente por avaricia incontrolable, eso sí, porque resulta imprevisible saber de antemano el número de piezas que se van a capturar, sobre todo cuando no hay cantidad legal preestablecida.

En un principio se temió que el cementerio accidental de atunes en Sa Dragonera acabaría saliendo a flote y desperdigando una pésima imagen sobre las aguas. Los expertos aseguran, sin embargo, que los carroñeros y las corrientes marítimas evitarán que así sea pero, como no hay mal que por bien no venga y como también apuntan algunos entendidos, el trabajo en vano por accidente en el cerquero Nuevo Carrillo puede ser también una ocasión inmejorable para replantearse la oportunidad y las condiciones actuales de la pesca de cerco y si deben establecer cupos de captura en ella. Hacerlo, cuando menos, supondría una cierta precaución para evitar incidentes que acaban perjudicando a todos.