Me pregunté en qué consistía estar bien informado y no encontré, más allá de los tópicos habituales, una respuesta satisfactoria. Desde luego, no consistía en tener muchos datos de la realidad. La CIA y los servicios de inteligencia de los EE UU manejan datos por un tubo sin que ello les haya librado del 11S. Tras la caída de las Torres Gemelas, se descubrió que había antecedentes de sobra para haber evitado la tragedia. Pero no se evitó porque, pese a los datos, carecían de información. También después del último atentando terrorista (fallido por fortuna) a bordo de un avión, hemos sabido que la inteligencia norteamericana había sido advertida de esa posibilidad por el padre mismo del terrorista. Una vez más, disponían de los datos, que no supieron sin embargo convertir en información.

Quizá, pues, estar bien informado consista en que lo que sepas de la realidad te permita actuar. Nosotros (y la CIA y los servicios secretos de todos los países en general) sabemos de la realidad más cosas de las que nunca tuvo al alcance ser humano alguno a lo largo de la historia. Y sin embargo, vivimos como paralizados. Quiere decirse que el exceso de información (de datos en realidad) no nos hace más sabios, sino más pasivos, más sumisos, menos valientes. El exceso de información, por lo que se refiere, por ejemplo, a la seguridad aérea, se ha traducido en que además de quitarnos el cinturón y los zapatos y la chaqueta en los controles, nos hagan también una radiografía, o una biopsia, ahora no caigo.

Oiga, si el problema no era que nos miraran poco. El problema es que ustedes no leyeron los informes que tenían sobre la mesa. O que si los leyeron no los supieron interpretar. O que, si los supieron interpretar, les pareció que un atentado, de vez en cuando, viene bien para meter miedo a la población y justificar así la venta de escáneres. No sé, francamente. Lo cierto es que cuando después de haber leído mis cuatro periódicos diarios advierto que sé menos que antes de haberlos leído, no puedo dejar de preguntarme en qué consistiría, para mí, estar informado. En otras palabras, de estarlo, ¿seguiría llevando la vida que llevo o me habría echado ya al monte? Y lo que es más importante: ¿A qué monte?