De acuerdo que los opinantes, más de una vez, calladitos estaríamos mejor, pero lo mismo reza con muchos otros, y cuando reiteran hasta la saciedad lo de ése banco que hace fresh banking -vaya chorrada-, es que me sube la bilirrubina, oigan.

La comunicación es, cuando menos, intención. ¿Cuál será la de tanta imbecilidad escrita o en onda? Imagino que formar opinión sin pasar por el razonamiento. En tal concepto nos tienen, aparte de que nos mensajeen algunos que no sabrían hacer la "o" con un canuto. Y escandaliza que se emplee papel y tecnología para tanta gilipollez. En esta línea, ya sería hora de suprimir los horóscopos de una puñetera vez, pero los domingos (y el resto de los días a partir de las tres) es que no hay quien aguante escuchar año tras año que el fútbol es así, que se hará lo que el Míster decida, lo importante es ganar y que hay que jugar cada partido, por no hablar de otras obviedades vestidas además de trascendencia. Con ocasión del accidente de Spanair ("Es pa no ir", para los más avisados; reparen en la distancia entre los asientos), se repetía que la Compañía lamentaba el suceso, ¡Faltaría más!, o que el rey estaba puntualmente informado, tan cierto como decir que "puntualmente desinformado" o "esporádicamente informado". Irrelevante y superfluo.

Rodea nuestra vigilia una banalidad grandilocuente, cuando no la pillería con que quieren llegar a nuestro corazoncito tiburones varios. Así, se pretende dignificar cualquier rollo apelando al medio ambiente o al cambio climático, y el patrocinio de una Expo o cualquier torneo de futbito, intenta vestir de altruismo lo que es puro negociete. "Endesa por el desarrollo sostenible" es la misma Endesa que ocultó los escapes de la central de Ascó, porque la multa sería en todo caso muy inferior a lo que ganaban callando, en una clara demostración, ahora sí, de preocupación ecológica. Mutatis mutandis, en la línea del PP como abanderado de la anticorrupción o instando a medidas urgentes a favor de los trabajadores, ellos, partidarios de flexibilizar el empleo y de unirnos cada doce de octubre en el orgullo compartido por ese coñazo de desfile patrio.

Puestos a elegir, y frente a la panoplia de memez y cinismo, prefiero los siete numeritos siete casillas de Chikilicuatre. En según que horas o qué días no hay otra cosa mejor aunque, ya percutidos en nuestras fibras estéticas más íntimas, todavía les cabe a los anunciantes el recurso adicional al barbarismo, y una palabra en inglés o cuando menos el acento (escuchen al investigador del colesterol y triglicéridos que han fichado los de la leche Puleva con omega tres), suponen que impresionará a la audiencia, cubierta desde la coronilla hasta los pies del pelo de la dehesa.

En cuanto a los anuncios, estoy en desacuerdo con Andrés Trapiello cuando afirmó que hay que desconfiar de las verdades que caben en una pancarta, sobre todo porque él, tan aficionado a los aforismos, se estaría echando tierra encima. Aconsejaría más bien vacunarse contra las que caben en un eslogan, máxime si llevan un pedazo de inglés incorporado. Más acá del Fresh banking, reparen en Kalia Vanish, o en Cillit bang y cómo la suciedad se va en el tal bang que explica una cohorte de lamentables personajes que son precisamente quienes han de convencernos de las excelencias del producto.

Por si fuesen pocos, cabalgan de nuevo, ¡Oh cielos!, los de la Depuralina; aquellos que aseguraban que acumulábamos veinte quilos de desechos (somos mierda en un 25 ó 30%, para entendernos) de los que la cosa nos liberaba. Debieron caer en la cuenta de que eran demasiados incluso para las amplias tragaderas que nos suponen, o para unos intestinos con limitada capacidad de distensión y, en estos días, ya no citan los quilos y han incorporado el Aloe Vera que debe tener efecto purgante, dice un servidor del que tal vez deduzcan que anda todo el día con los anuncios y no es eso. Sólo que con media hora de TV y la radio del coche, me sobra para ponerme al día de lo que debería decirle al psicoanalista si por fin me decido. Y es que se hace cuesta arriba reconocer que los expertos en marketing han concluido que somos mayoritariamente permeables a esos mensajes y que audiencia, ventas y votos (indistinguibles en el mercado), aumentan cuando nos toman por tontos de nación lustro tras lustro.

Hace un par de días, recién despertado, oí que en mi casa no ha de faltar el papel higiénico ni el Cillit ése. De inmediato y por evadirme, me puse a tararear lo de siete numeritos siete casillas. Lo he seguido haciendo cada vez que me provocan, lo cual significa siempre, cuando voy al trabajo y de regreso, y debo reconocer que investigué en Internet lo del uno. El ¡Dos, el bolibí!, y ¡Tres, ponte a elegí!, parecía claro, pero, ¿y el uno? Pues el beteslí parece que es betslip. Ahora me siento seguro y "Seguro que pillas", aunque no sea en el fresh banking. Cultivando el intelecto, ya ven, por su mediación. Y es que saben lo que quieren de nosotros y cómo lograrlo. Una pena.