Y.A.C., una paciente de 36 años con un embarazo de riesgo, acudió el pasado día 1 de julio a una cita con su matrona en el centro de salud Martí Serra de es Pont d´Inca del que depende la población del núcleo de sa Cabana. Según confiesa ahora, llegó llena de dudas y preguntas y salió de la consulta indignada y "con un sofocón que tardó horas en irse". El motivo, que la matrona que le recibió se negó a atenderla en castellano y le emplazó a abandonar la consulta si prefería que le atendiesen en otra lengua que no fuera el catalán, según su versión de los hechos.

Este diario se puso en contacto con la profesional sanitaria, C.A.M., y la matrona confirmó los hechos, aunque desde otra óptica diametralmente diferente. "Ella ha nacido en Mallorca y por fuerza debe entender el catalán, pero se empeñó en que le hablara en castellano y a mí me pareció más una cuestión política y me negué a hacerlo. Por las buenas, vale, pero cuando me fuerzan a que haga una cosa, me empecino aún más en no hacerla", alegó en su defensa la matrona.

Volviendo al relato de la usuaria, Y.A.C. sostiene que llegó a la consulta preocupada. Estaba embarazada y su gestación estaba presentando problemas. El 21 de junio había tenido que acudir a urgencias de Son Llàtzer con una hemorragia y estaba un poco asustada. El día de la consulta las pérdidas se habían estabilizado y parecía que su gestación, en la séptima semana, progresaba sin más complicaciones. Pero, a tenor de lo que asegura que pasó dentro de la consulta, no salió precisamente más tranquila.

"Se mostró borde conmigo desde el principio. Estaba apuntando datos en el ordenador y ni siquiera me miraba a la cara. Estaba rellenando mi libreta de embarazada y al enterarse de que fumaba algo me riñó muy fuerte. No es que fumara mucho, unas caladas, un cigarrillo a medias cada dos días para apaciguar la ansiedad... pero no me dejaba ni hablar y además se dirigía a mi exclusivamente en catalán", recrimina ahora Y.A.C.

También pone en duda esta usuaria la profesionalidad de la matrona ya que, asegura, pese a que acudió a la consulta acompañada de su pareja de nacionalidad portuguesa, "no se interesó lo más mínimo ni preguntó por los antecedentes de enfermedades familiares de mi novio. Y resulta que su padre es diabético".

"Y siempre dirigiéndose a mí en catalán. Yo llevo más de veinte años viviendo aquí y normalmente comprendo el mallorquín, pero a ella no le entendía. Le reclamé que me hablara en castellano porque estaba preocupada por mi embarazo y quería despejar todas mis dudas y miedos. Además, también estaba mi novio, que no entiende el catalán. Pero ella erre que erre hablándome en catalán. Le dije: ´Mal empezamos´, a lo que me corroboró: ´Sí, mal empezamos´. Le pregunté si no pensaba hablarme en castellano a lo que contestó que no, que ella era mallorquina y que si no me gustaba que me hablara en catalán, que ya sabía dónde estaba la puerta. Así que nos fuimos", prosigue el relato de su experiencia Y.A.C.

"Salí indignada, con un sofocón tremendo. Puse una queja en el centro de salud y me fui a trabajar llorando. Ese mismo día empecé de nuevo a tener pérdidas, aunque no muy importantes, así que no me preocupé mucho. Cuando me atendieron en urgencias de Son Llàtzer me dijeron que si sangraba un poco no me preocupase. No obstante, el 10 de julio volví a sangrar, esta vez con más intensidad, y acudí de nuevo a urgencias hospitalarias, donde me dijeron que había perdido el feto, estaba muerto", recuerda.

En urgencias le dijeron que previsiblemente expulsaría el feto de manera natural y Y.A.C., para pasar esos días aciagos más acompañada, se fue a casa de su madre, en el municipio de Manacor, y finalmente tuvo que acudir el día 12 de julio a urgencias de ese hospital comarcal para que le practicaran un raspado.

"En el mes de agosto fui al centro de salud a ver qué había pasado con la queja que había presentado y me despacharon diciéndome que el coordinador estaba de vacaciones. Recientemente, este mes, volví y me dijeron que la matrona con la que había tenido el altercado no se quería disculpar, tal y como había solicitado en mi escrito (ver documento adjunto) de queja", acaba su narración Y.A.C.

Y en eso, en la negativa a disculparse, es en lo único en que coinciden las dos personas implicadas. La matrona C.A.M. subraya ahora "y encima pretende que me disculpe, ¡cuando no he hecho nada más que hablar en mi propia lengua!".

El relato de la empleada pública no difiere en lo sustancial del de la paciente, aunque sí en pequeños matices. "Yo usé en todo momento una de las lenguas oficiales de esta comunidad. Antes de atender a una persona suelo hacer su filiación y había comprobado que la paciente había nacido en Mallorca por lo que por fuerza entiendo que debía comprenderme si me dirigía a ella en catalán. Además, creo que en ningún momento le falté al respeto ni mostré una falta de profesionalidad", alegó a principios de esta semana la matrona que, pese al tiempo pasado desde el incidente, lo recordaba perfectamente.

"El hecho de que no quisiera expresarse en catalán me pareció una cuestión más política que de cualquier otro tipo ya que, repito, me parece de cajón que una persona que ha nacido aquí entienda el idioma de las islas. Me molestó también su actitud, como queriéndome imponer el uso de un idioma. Si ella quería hablar en castellano, yo también tenía derecho a hablar en catalán", se defendía C.A.M.

Sobre el hecho de que la pareja de la usuaria fuera de nacionalidad portuguesa y que previsiblemente no entendiera el catalán, la matrona asegura que en ningún momento le pidieron que hablara en castellando alegando esta circunstancia. "Repito que lo que me molestó fue la actitud, como queriéndome imponer su lengua. Ni la maltraté ni la insulté en ningún momento. Yo solo quería que respetara mi idioma porque pensaba que lo entendía. ¡Y es que se están cargando nuestra lengua! Si vives y trabajas aquí, lo menos que puedes hacer es intentar comprendernos", reivindica.