Ni es un niño mimado, ni un exdeportista despistado y desdeñoso. El prejuicio yerra el tiro. Iñaki Urdangarin es un hombre de negocios. La Justicia dirá si de negocios legales o corruptos, como parecen indicar hasta ahora los indicios, pero el día a día del duque describe a un ejecutivo detallista que cuida hasta la más nimia deriva de sus finanzas. Lo dejan claro los miles de correos intervenidos entre 2007 y finales del 2011 a Iñaki Urdangarin y a sus colaboradores más íntimos, con los que se muestra cercano y exigente.

Incluso demasiado exigente. Ambicioso. Casi avaricioso. En Urdangarin se cumple aquello de que el hombre rico se preocupa ante todo y sobre todo de tener cada día más dinero. El duque de Palma, que declaró al fisco estadounidense ganancias de 1.403.673 dólares en 2010, mide hasta el último euro. Como si le faltara. Ni despista un céntimo de los alquileres que cobran él y la infanta, ni pasa por alto una oportunidad para desgravar a Hacienda, ni perdona sin reproche retrasos como los que le obligaron en noviembre a pagar más de 12.500 dólares en multas e intereses de demora por cuadrar sus números con el fisco americano fuera de plazo y de forma equivocadamente favorable a sus intereses.

Tampoco peca el duque de soberbia: Urdangarin, formado en gestión en el IESE, siempre busca y encuentra consejo, tanto para invertir en un fondo, como para armar operaciones aparentemente oscuras en las que grandes sumas de dinero público recibidas por el Instituto Nóos se convierten en sustanciosos ingresos para las empresas que comparte con la infanta y con su socio, antiguo amigo y también imputado Diego Torres.

Todo pasa por él y por su correo electrónico. También las inquietudes. Las desnuda en un correo remitido el día 3 de octubre a uno de los hermanos Tejeiro, cuñados de su socio Diego Torres y colaboradores cercanos que se encargan del patrimonio español del emigrado duque. Se trata concretamente de Miguel Tejeiro, gestor fiscal de Urdangarin, que días después del estallido definitivo del escándalo Nóos se preocupa por el estado de ánimo del matrimonio. Responde el duque en tono informal: "Aquí [en Washington estamos] bien. Quizás mejor que allí [en España], donde el chapuzón mediático está siendo de aúpa", confiesa Urdangarin. Su colaborador no lo deja así y se muestra dolido por lo que considera un ataque injustificado: "Los medios se han vuelto locos [...]. No saben de qué hablan", dice dolido Miguel Tejeiro.

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