El movimiento 15-M gana adeptos conforme la situación económica se torna más precaria para miles de personas. La manifestación que ayer organizaron conjuntamente con Democracia Real Ya sólo puede calificarse de rotundo éxito. Unas diez mil personas recorrieron las principales arterias de la ciudad al son de los tambores que emulaban a las batucadas brasileiras, realizando improvisadas escenificaciones y, eso sí, manteniendo en todo momento el pacifismo y el respeto a los demás del que presumen y cumplen.

La multitudinaria marcha partió con algo de retraso sobre la hora prevista desde la plaza de las tortugas. Tan sólo la cabeza de la manifestación enfilaba la calle Jaume III mientras seguían llegando verdaderas multitudes desde el Parc de la Mar, punto de partida originario de la manifestación de ayer que tuvo que trastocarse en el último momento por la infraestructura montada allí para la celebración hoy del Tui Marathon.

Pese a estos inconvenientes, miles de personas no quisieron sustraerse a su derecho a protestar en la calle en un día en que la reivindicación de un mundo mejor era global: más de 600 ciudades de ochenta países acogieron similares protestas.

Que cada vez hay más gente indignada se podía corroborar escuchando las consignas y los carteles y pancartas que portaban los manifestantes. "Protestas como un ciudadano o callas como un súbdito", "No somos mercaderías en manos de políticos y banqueros", "No somos ni de izquierdas ni de derechas, somos los de abajo y vamos a por los de arriba" o "PSOE, PP, la misma mierda es", fueron algunos de los eslóganes que coreaba la multitud o algunas de las leyendas que portaban los manifestantes en pancartas caseras confeccionadas para la ocasión.

Nada se sustraía a la indignación popular. Ni partidos políticos, ni banqueros, ni medios de comunicación, ni el Ejército. Como analizó Manuel Cámara, en la actualidad en labores del comité federal de EU, en la manifestación de ayer no se vería a políticos del PP ni altos cargos del PSOE aunque, matizó, sí que asistieron muchas personas simpatizantes socialistas. "Rubalcaba pretende ahora retomar las politicas de izquierda que el último PSOE ha abandonado pero poca cosa podrá hacer", vaticinó. Acompañando a Cámara, al inicio de la marcha, se pudo ver también a dos correligionarios, Manel Carmona y Eberhard Grosske.

Y es que tanto Bauzá como Rodriguez Zapatero también estuvieron presentes en los gritos y reclamaciones de los ciudadanos indignados. El primero, por subir el sueldo a los altos cargos mientras se apresta a realizar todo tipo de recortes. El segundo, por permitir la instalación de un escudo antimisiles en la base militar de Rota.

La manifestación proseguía su marcha hacia la plaza de España y mientras la cabeza de ella ya asomaba por las avenidas tras cubrir todo el paseo Mallorca, la cola terminaba en Jaime III, en su confluencia con la calle Bonaire.

El ambiente festivo de la marcha se agudizó cuando varios jóvenes, a bordo de carritos de supermercados, escenificaron los males de esta sociedad: el Ejército, los medios de comunicación vendidos al sistema, la educación con menos profesores y más alumnos o el consumismo desaforado que los poderes fácticos intentan extender entre la población, entre otros.

Otro momento culminante de la marcha se produjo al pasar frente a los juzgados de Vía Alemania, cuando los organizadores pidieron a los asistentes una sentada para protestar por el sistema judicial.

A su llegada a la plaza de España, punto final del recorrido, los organizadores pidieron a los manifestantes que ocuparan ordenamente la plaza de Islandia para proceder a leer el comunicado. Como faltaba mucha gente por llegar y la lectura del texto se retrasaba, un joven aprovechó para encaramarse a la estatua de Jaime I que preside el lugar y volver a colocar en su regazo la bandera del movimiento 15-M que ondeó durante la acampada que se realizó en este espacio público hasta su desalojo por las fuerzas de seguridad en la madrugada del pasado 4 de julio.

Luego, tras guardar un minuto de silencio para conseguir una "conexión" con las otras manifestaciones celebradas ayer por todos los rincones del mundo, se procedió a la lectura del manifiesto.

Un manifiesto que volvió a repetir las demandas cada vez más acuciantes de una sociedad más harta que ayer: un cambio político que permita una democracia real y participativa; un sistema bancario y financiero para solucionar los problemas del pueblo, no agravarlos; una soberanía cultural que respete a todos y garantice una educación libre, universal y gratuita así como el acceso a los medios de comunicación y a las nuevas tecnologías; una libertad de creencias y prácticas religiosas en las que el Estado no esté presente; una soberanía económica y energética para todos los pueblos que favorezca un comercio justo, ético y medioambientalmente sostenible; un sistema productivo que no suponga la explotación de millones de personas y permita erradicar el hambre y la pobreza. En definitiva, un nueva forma de pensar el mundo para hacerlo mejor.