Antoni Grau, jefe de Recursos Marinos de la dirección general de Pesca, se congratula de que el anteproyecto de la ley de Pesca balear ya esté listo después de más tres legislaturas reclamando a los políticos la necesidad de tener una normativa propia que regule aspectos en los que hoy en día hay una indefensión total. Además, quiere zanjar la polémica entre pescadores profesionales y recreativos asegurando que su relación es simbiótica, que se necesitan unos a otros. "El furtivismo de los pescadores submarinos que venden sus capturas son su principal competencia", asegura.

–Los pescadores profesionales quieren un mayor control de las capturas de la pesca recreativa que, a su entender, no soluciona el anteproyecto de ley de pesca...

–El anteproyecto de la ley sí contempla este mayor control que, por otra parte, será de obligado cumplimiento porque la Unión Europea promulgará a finales de año un reglamento en este sentido. La Administración quiere controlar, pero no tiene medios, no hay inspectores suficientes. El despliegue informático que hacemos para controlar las capturas de los profesionales se tendría que multiplicar por cien. Por de pronto, ya exigimos a los pescadores recreativos que declaren las piezas pescadas en las reservas marinas.

–¿Cuántas licencias de pesca recreativa hay en Balears?

–Unas 51.000. Y este año hemos notado un incremento del 15% por la crisis económica: La gente se saca la licencia para poder comer pescado en estos tiempos de penuria. Aproximadamente el 70% de estos pescadores practican su afición en embarcaciones. En las islas habrán unas 5.000 barcas recreativas que salgan a pescar y por eso intentamos extender la modalidad de la licencia de pesca para embarcación, a bordo de la cual podrían lanzar los aparejos hasta cuatro personas.

–¿Es cierto que la pesca recreativa es una competencia para los profesionales?

–No lo creo. Se apoyan mutuamente. Los profesionales comercializan muy bien las especies más cotizadas porque la gente las conoce y las aprecia por su afición a la pesca. Es cierto que la pesca profesional va a menos, pero lo es porque cada vez hay menos profesionales que quieren soportar esta vida tan dura que imposibilita la conciliación familiar, no por falta de recursos. Las especies base de la economía de los profesionales hace veinticinco años –gerret, jurel...– ahora la gente no las sabe comer o no tiene tiempo para prepararlas. Si antes se desembarcaban setecientas toneladas de gerret al año, ahora apenas llegan a las trescientas.

–¿Cuál es el problema entonces?

–El problema de los profesionales no es la pesca recreativa, sino que no saben cómo comercializar sus capturas. Hay algunas cofradías que se han especializado con alguna especie –la llampuga–, pero la mayoría van a las más caras: gamba roja, cap roig, gallo de San Pedro y otras que venden al sector de la restauración. Los recreativos las aprecian y saben que son muy caras, por eso hay tantas licencias, pero no son competencia.

–¿Es cierto que las capturas de la pesca recreativa suponen el cincuenta por ciento de la profesional?

–Sí. Mientras los profesionales "declaran" entre 3,5 y 4 millones de kilos al año, los recreativos capturarán en torno a 1,2 o 1,5 millones. Pero es que entre el 5% y el 10% de la población de las islas declara su amor a la pesca, una afición documentada desde tiempos del Arxiduc, hace 150 años. En una encuesta hecha en el mercado de pescado del Olivar, el 35% de los entrevistados declaró que les gustaba ir a pescar. Pero no demonicemos a los recreativos, repito que la afición de unos beneficia la actividad de los otros. La gamba, la langosta, la merluza y el salmonete no son objetivo de la pesca recreativa, que básicamente captura roquers. Y no hay que olvidar que el precio medio del pescado en lonja en Balears es el más alto de todo el Mediterráneo: entre 5,5 y 6 euros frente a los 1,5 euros que se pagan de media en Cataluña, por ejemplo. La pesca recreativa sí mete presión a los ecosistemas, pero no es preocupante.

–¿Cuáles son entonces los competidores desleales del profesional?

–Los pescadores de fusil, el furtivismo de la pesca submarina que vende sus capturas. Esto se hace en todas las islas, pero es más acusado en Eivissa y Formentera. Tenemos la certeza de que en las Pitïuses hay por los menos treinta personas que venden pescado, sobre todo en primavera y verano, que es cuando mayor demanda hay de los restaurantes.

–Pero, ¿hay tantos pescadores submarinos como para que supongan una competencia a la pesca profesional?

–Habrá concedidas entre 1.600 y 2.000 licencias de pesca submarina. Los meros y los cap roig casi han desaparecido fuera de las zonas de reserva por la actividad de estos pescadores. Compiten con las artes menores de trasmallo y dan una muy mala imagen de la pesca submarina.

–¿Es realmente necesaria una ley de pesca para Balears?

–Sin lugar a dudas. Llevo más de tres legislaturas reclamándosela a los políticos y ahora por fin tenemos un anteproyecto. La ley estatal de pesca marítima data del año 2001 y deja en un limbo aspectos como la acuicultura, el buceo profesional o el marisqueo. Precisamente, hace unos ocho años, la legislación estatal anuló las infracciones y sanciones referentes al marisqueo y aquí tuvimos que meterlas a toda prisa en una ley de acompañamiento de los Presupuestos.

–¿Qué sentido tiene una ley de pesca cuando los consells insulares ya han recibido las competencias?

–Los consells recibieron las competencias en 2007, pero sólo pueden regular la actividad en sus aguas interiores. Es necesaria la ley porque será una norma integradora.

–¿Por qué las licencias de pesca se expiden entonces en esta dirección general?

–Sólo se hace aquí en Mallorca, en las otras islas es cosa de los consells. Será por una falta de presupuesto del de aquí.

–¿Cuántos inspectores tiene el departamento para controlar las infracciones?

–Cuatro inspectores para toda Mallorca. Y son las mismas plazas que habían en los años noventa. De menor categoría, cada reserva marina cuenta con sus vigilantes. En las de esta isla contamos con diez personas para esta función. Y luego hay otros seis en la reserva de Cala Rajada, que es de competencia estatal al estar situada en aguas exteriores.

–¿Por qué esta carencia de medios?

–Porque antaño la pesca era controlada por las comandancias militares de cada puerto. Luego se transfirieron las competencias pero no el personal, que era militar, y no se dotaron de los recursos necesarios.

–¿Y cuatro inspectores dan para controlar toda Mallorca?

–El principal déficit de vigilancia se da en tierra. Tienen que controlar muchos aspectos como la comercialización del pescado, su etiquetado o cursar visitas a restaurantes para comprobar que no ofrecen un producto ilegal.

–¿Cuál es el principal fraude que encuentran?

–Fundamentalmente en el etiquetado. La venta de pescado procedente de otros lugares como si fuera de Mallorca.

–¿Y cómo se las arreglan en el mar?

–Disponen de una embarcación y un patrón para estos menesteres. Aunque cuentan con la colaboración de la Guardia Civil del Mar, este cuerpo está para cosas de más enjundia como controlar la pesca ilegal de atún rojo o alijos en alta mar.

–La temporada del raor comienza el 1 de septiembre, ¿en qué se ha notado alargar la veda en quince días?

–A tan sólo dos años de retrasar la pesquería porque coincidía con su época de cría se han capturado raors más grandes. Y la talla es un gran indicador del buen estado de una población.

–¿Cuánto han aumentado su talla?

–Si en 1999 se pescaban raors de 12 centímetros, peces de un año, la temporada pasada ya se capturaron ejemplares de 15 centímetros. Son más grandes y producen más huevos. Uno de quince centímetros produce cuatro veces más huevos que uno de doce. Esto favorece el reclutamiento de nuevos ejemplares aunque el huevo del raor, hasta convertirse en ´raorcito´, tarda unos cuarenta días, por lo que no sabemos en qué lugar del Mediterráneo aparecerán los nuevos ejemplares. La ampliación de la veda ha ido muy bine, estamos muy satisfechos. Aunque también ayuda el hecho de que esta especie sólo sea pescada por los recreativos.

–¿Qué va a pasar con los arrastreros? ¿Se les prohibirá pescar en la plataforma?

–La plataforma está situada entre los 30 y los 90 metros de profundidad y en la actualidad los arrastreros de Balears puede faenar a partir de los cincuenta. La nueva ley, si no se modifica el borrador, fijará que las nuevas embarcaciones de este tipo sólo puedan pescar a partir de los 150 metros. Esto es anticiparse a una prohibición que vendrá de Europa y que no podremos evitar. Desde enero de 2007 la UE tiene prohibido el arrastre sobre las praderas de posidonia y los fondos coralígenos. Y los fondos coralígenos suelen estar en la plataforma. De la misma manera que Balears tiene el 70% de las praderas de posidonia de los fondos submarinos de España, también podría tener la misma proporción de los fondos coralígenos del país. El problema es que no los tenemos cartografiados por falta de presupuesto. Si tuviéramos los deberes hechos, ahora mismo no se podría pescar en la plataforma por una directiva europea de obligado cumplimiento. Por eso es mejor para todos que hagamos planes de gestión para estos fondos antes de que venga la UE con sus recortes.

–¿Qué especies están en mayor peligro de extinción?

–Los tiburones y las rayas, que eran bastante comunes en 1960. En la actualidad está prohibida en toda la UE la pesca del tiburón peregrino y del blanco, aunque acabará protegiendo entre treinta y cuarenta especies de ráyidos y escualos.

–¿Tiburones blancos en Balears?

–Sí, solían perseguir los bancos de atunes rojos y solían ser capturados por los cerqueros que se dedicaban a esta pesquería. Pero mientras un atún pone millones de huevos, un tiburón como la musola saca unas treinta crías al año. Son mucho más vulnerables.

–¿Y qué especies han mejorado su situación?

–Últimamente se ve mucho gallo de San Pedro y muchísimas cántaras, quizá porque este pez basa buena parte de su dieta en las medusas, de las que ahora tenemos muchas. También hay más espets, que es una especie subtropical que puede estar proliferando como consecuencia del cambio climático y del aumento de la temperatura del mar.

–Cada vez se ven menos verderols en septiembre...

–Sí, pese a su veda hasta el 15 de septiembre. Son unos peces que se comportan bastante torpemente durante su época reproductora y son presa fácil para los cerqueros, sobre todo de las grandes embarcaciones de estas artes que vienen desde Tarragona, Barcelona y Valencia y que tienen autonomía para no tener que recalar en ningún puerto de las islas. Además, al ser una especie migratoria, el problema no lo arreglas con reservas.

–Dicen que hay muchos meros en Cabrera. ¿No habría que limitarlos? ¿Su proliferación no estará perjudicando a otras especies?

–Sí, hay muchos, pero no perjudican a nada importante. Los meros más débiles se irán a otros lugares o se instalarán a más profundidad. El mero se alimenta básicamente de sepias y pulpos, y estos últimos son una especie indicativa de hábitats degradados. Si hay muchos pulpos, habrá poco pescado. El pulpo vive un año. Crían y mueren.

–¿Cómo está Balears en recursos marinos?

–Está menos mal que otros lugares. No hay una industria fuerte que contamine y el mar siempre responde agradecidamente a las medidas de protección.

–¿Tiene futuro la acuicultura en las islas?

–Empleando un término muy en boga hoy, no es sostenible. Te cuesta lo mismo traer a la isla un kilo de alevines de doradas que un kilo de pienso para alimentarlas. Y necesitas más de uno para hacerlo. Además el pienso se hace de pescado, de especies muy baratas, pero es consumir pescado para alimentar a otro pescado. Luego está el panga que se cría en el Mekong, que es herbívoro, pero de muy dudosa calidad. Otra cosa es la cría de crancas para garantizar su supervivencia. Al borde de la extinción, sólo quedan unos ejemplares en Formentera.

Perfil

Antoni Maria Grau Jofre

Licenciado en Ciencias Biológicas por la U.A. de Barcelona, trabaja en la dirección general de Pesca del Govern desde 1982, donde es jefe del servicio de Recursos Marinos. Ha trabajado en temas tan diversos como acuicultura marina, gestión de pesca artesanal y recreativa, especies invasoras y reservas marinas.