Tres euros la hora por trabajar sin desmayo en el campo desde las cinco de la mañana hasta pasadas las ocho de la tarde. De sol a sol. Dos años de crisis y destrucción de empleo han convertido Mallorca en terreno abonado para el fraude y la explotación laboral. Lo comprobó Diario de Mallorca en una investigación que le llevó a los rincones más oscuros de la contratación en negro, donde empresas de sectores como la agricultura, los servicios y la construcción ofrecen entre la impunidad y el descaro trabajos remunerados con salarios de cuatro euros la hora. Aunque los hay más bajos. Lo confirman en asociaciones de inmigrantes, sindicatos y bufetes profesionales como el de Aina Díaz, abogada laboralista que trabaja en la actualidad en casos de explotación de inmigrantes que reciben en negro y sin cobertura alguna salarios que llegan a los tres euros la hora. Y menos. Porque el fraude en algunos casos llega a ser absoluto. "Hay mucha gente que ni siquiera cobra, después de trabajar semanas e incluso meses recogiendo patatas", ilustra esta abogada, que advierte de que la explotación no es solo de inmigrantes. Ya no. Describe así casos en los que las empresas vulneran los derechos de sus trabajadores con contratos que les obligan a aceptar condiciones draconianas cuyo rechazo conduce al despido. "Se imponen falsas reducciones de jornada. Les dicen: vas a cotizar cuatro horas en vez de ocho si quieres seguir aquí. Y mucha gente con cargas familiares acepta porque no le queda más remedio", abunda Díaz, que encuentra respaldo a sus palabras en los sindicatos y en los hechos observados por este diario. "Eso es así. Tal cual: mucha gente llega a no cobrar después de trabajar y otra mucha a la que obligan a aceptar contratos a tiempo parcial por horarios completos. Son condiciones de auténtica esclavitud, que mucha gente no tiene más remedio que aceptar si quiere comer", denuncia el secretario de Acción Sindical de UGT, Manuel Pelarda, que lleva meses advirtiendo de que "la explotación de mujeres, jóvenes e inmigrantes se ha convertido en la columna vertebral de nuestro modelo económico".

De ello hablan también los datos de la Inspección de Trabajo, que en el último año detectó un incremento del 124% (más del doble) de los parados que trabajan en negro. Y no es ya la construcción el sector que lidera el fraude laboral. Años de presión inspectora y el estallido demoledor de la burbuja del ladrillo han reducido a la mínima expresión los excesos laborales en un sector más controlado que ninguno. Los abusos y la explotación de trabajadores se han trasladado así al campo, pese al esfuerzo de colectivos como la Asociación de Jóvenes Agricultores, desde el que declaran "indignante" e "inadmisible" que a estas alturas de la historia haya quien deje a un lado los escrúpulos para ahorrar unos euros. "En otros tiempos no había trabajadores. Se iban todos a los construcción, y había quien se veía sin mano de obra. Pero ahora hay trabajadores a mansalva, por lo que es indignante que pueda haber gente sin contrato. Nosotros siempre le decimos a los empresarios lo mismo: ojo, hagamos las cosas bien. Hay sanciones muy duras para esos casos. Es un error total y absoluto", critica el máximo responsable de Asaja en Balears, Biel Company, que no obstante niega tener constancia de tales prácticas. "Si la tuviera me iría directo a la Guardia Civil".

Pico de trabajo en el campo

Sí la tienen la abogada laboralista citada, sindicatos como UGT y CCOO y Diario de Mallorca, que recibió hasta dos ofertas de trabajo distintas relacionadas con el campo por salarios de cuatro euros la hora en ambos casos. "Todo ello en un sector subvencionado por el Govern y la Unión Europea", recalca Pelarda, de UGT, que sabe que Mallorca está en los meses calientes de la contratación en negro en el campo: acaba de empezar el pico de trabajo en la huerta y las cosechas de fruta y cereal, antes de que se inicie la campaña de la almendra.

Aunque no es el campo el único foco de fraude. Ni siquiera el mayor. Por volumen, ese puesto sigue reservado a las empresas ligadas al turismo y la hostelería. Según los sindicatos, las irregularidades se concentran en trabajos que se desarrollan lejos de la mirada del público. Lavaplatos, pinches de cocina, empleados de almacén, limpiadores, mozos de carga y auxiliares de todo tipo son así carne de explotación. Son trabajadores como Héctor, un sudamericano que le relataba a este diario su alegría por un trabajo de lavaplatos en un restaurante de la lujosa costa de Andratx: "Me pagan 18 euros al día, pero me dan de desayunar, comer y cenar. Y me tratan muy bien", admitía satisfecho, después de haber tenido que trabajar "por menos en sitios peores".

Estampida por la puerta de atrás

Su caso no es aislado. En la propia inspección de trabajo relatan con acidez episodios en los que la llegada a un restaurante de un inspector desencadena una estampida de empleados por la puerta de atrás. Los abusos se repiten en otros oficios en los que la invisibilidad es norma. Como las empleadas de hogar o los profesionales (y no tanto) que se dedican a las reparaciones y chapuzas a domicilio. "En Mallorca hay situaciones de esclavitud. Empleadas de hogar que trabajan de lunes a domingo sin día de descanso o de asuntos propios por salarios que en muchos casos no llegan a 600 euros al mes. Eso se da mucho en cuidadoras de personas mayores", documenta Aina Díaz.

La abogada, como los sindicatos, habla también de las presiones que sufren los trabajadores para acatar situaciones que vulneran sus derechos. "Un padre de familia al que le reducen las horas de cotización y le mantienen ilegalmente la jornada a veces no tiene más opción que aceptar si de ello dependen sus necesidades de alimentación y subsistencia. Y lo mismo podemos decir de gente que después de 30 años trabajando se quedan fuera y solo les cogen sin contrato. Eso está a la orden del día en trabajadores de más de 55 años, a los que resulta casi imposible encontrar contrato en regla", añade esta especialista en derecho laboral que, además, colabora con grupos de inmigrantes como los senegaleses, que confirman la mayor virulencia de la explotación laboral desde que comenzó la crisis.

Para ellos la situación es más agresiva si cabe. Paradójicamente, los más presionados son los trabajadores con permisos de residencia y trabajo en regla, que han de cotizar un mínimo de seis meses al año para renovar sus papeles. El trabajo irregular se convierte así en la única opción de permanencia y supervivencia. Lo saben sus patrones, que, según sindicatos e inmigrantes, les obligan a pagarse su propia Seguridad Social y a aceptar condiciones que, a su vez, deterioran el mercado laboral y las condiciones de trabajo del conjunto de la sociedad. No extrañan así las cifras que hablan de un repunte del 30% en la contratación irregular. Ni que en UGT hablen de más de 90.000 trabajadores que en Mallorca acuden cada día a su puesto sin cobertura legal o laboral alguna. Y la cifra podría quedarse corta si se atiende a los cálculos de los técnicos de Hacienda, agrupados en el sindicato Gestha, que hablan de un 30% de actividad económica sumergida, que elevaría a más de 100.000 la cifra de trabajadores en negro de unas islas en las que la hora de sacrificio llega a pagarse a tres euros.