En este país, y quién sabe si también en el resto del mundo, los homenajes se reservan a los muertos o a los vivos que, previamente, han pasado por caja. Excepcionalmente se organizan actos de reconocimiento en plenitud profesional del individuo, aunque los políticos procuran no desaprovechar su oportunidad de salir en la foto junto al ídolo popular que corresponda, máxime cuando se aproximan citas electorales, como es el caso.

Carlos Moyá debe estar orgulloso no solamente de haber sabido escoger el momento de su retirada tras haber firmado una carrera tan brillante en su ejecución como en su dilatada dedicación, sino por comprobar el afecto que ha despertado, los admiradores que ha dejado a su paso por el mundo de la raqueta y el cariño que le profesan los aficionados, por no hablar de sus compañeros porque Carlos, además de buen tenista y un poco golfo, ha sido por encima de todo, un gran amigo de sus amigos, por interesadas que fueran algunas de esas relaciones.

Cuando se convirtió, durante el corto espacio de trece días, en número uno del ranking de la Asocación de Tenistas Profesionales, abrió un camino inexplorado al tenis español. Algo que iba mucho más allá de la que se dio en llamar la ´moyamania´ tras su sorprendente final de Australia contra Pete Sampras y, desde luego, bastante más importante que la anécdota del "hasta luego Lucas" , sin dejar de constatar lo mucho que nos gusta a los españoles detenernos en la superficialidad.

Década de oro. Probablemente con Carlos se abre la década de oro del deporte balear, aunque su semilla tardara unos años en germinar. Rotos los moldes, ha seguido la generación más brillante de deportistas que nunca hubo en esta tierra en la misma cantidad. Ya es de perogrullo repetir los nombres de Joan Llaneras, Rafel Nadal, Jorge Lorenzo, Rudy y Marta Fernández, Brigite Yagüe, Marga Fullana y otros un escalón por debajo, como Nuria Llagostera, que no han recogido el testigo de aquellos adorables locos como Guillem Timoner, Pep Amengual, Joan Gomis, Antonio Gelabert, Trobat, Capó, etc.

Todos ellos fueron grandes deportistas, pero el grupo que ha sucedido al reinado de Carlos se lleva la palma por irrepetible. Algún día también se les tendrá que reconocer y es justo que se haga cuando aún sean jóvenes, cuando lo puedan disfrutar, cuando no todo se reduzca a una medalla más y la vanidad releve al ansia de dinero y al poder.