A Jaume Plensa, unas coordenadas le han traído a Mallorca, las que el artista ha posado sobre la etiqueta de reserva privada para las bodegas Macià Batle. 39º 39´ 06" N 02º 46´ 22" E. Nada más sencillo para ilustrar un vino que servirse del lugar donde está la vid que da origen a la bodega mallorquina. Puro Plensa: números y letras son grafías habituales en sus entregas. Blanco y negro. La dualidad, otra de sus constantes. El pensamiento, su motor. El cuerpo como espacio. "Me gustaría que mi obra siguiera creciendo, perfeccionar este cuerpo donde quiero hablar del alma". Late José Ángel Valente.

–¿No temió perder la escala en ´The Crown Fountain´ en el Millenium Park de Chicago?

–La escultura es un problema de energía no de tamaño. Las ideas nacen como una medida. Me siento igual de cómodo en lo grande y en lo pequeño. No me gusta lo monumental como concepto. Puede ser obra pequeña y monumental. La escala está en la mirada, es un tema de poderes. Las esculturas están atadas a los materiales, a sus pesos, pero la escultura es una actitud y su material son las ideas. Cuando Blake escribió ´un pensamiento llena la intensidad´ dio la mejor definición de escultura que, como acto primario es emoción, eterna. Si sigue vigente es porque las grandes preguntas no se han contestado.

–El espacio público parece haber sido tomado ´artísticamente´ por los arquitectos. Pero Plensa se lo pone dífícil. Se le ve cómodo.

–Lo público no es decoración, no es museo, no es un lugar geográfico, es comunidad, hay gente, está lo político, lo cotidiano, ocurren cosas que parecen banales y no lo son. No he querido dar lecciones de ética, ni moral ni de política. En un espacio público te has de fundir en un abrazo. Mira, hasta una etiqueta de vino es un lugar público, un lugar de encuentro. Estoy convencido que se tendrá que volver a redefinir, porque el espacio público está secuestrado por el concepto del arquitecto.

–Los artistas ¿tendrán alguna responsabilidad? A veces se te caen los ojos frente a determinada ´escultura´ en la calle.

–Somos responsables del daño hecho. Ampliar un objeto no es hacer escultura pública, eso es un concepto burgués. Creo que ha habido un momento clave que es cuando el arquitecto, apoyado en la tecnología, hace grandes monumentos y libera al artista de la conmemoración, dándonos un margen de maniobra. ¡Nos han hecho un favor! Yo ahora voy a hacer un pequeño edificio en la isla de Ogijima en Seto Inland See y no soy arquitecto. ¡Vuelvo a lo mismo! Arquitectos y artistas están llamados a entenderse. Son las dos caras del mismo proceso. El mismo grupo de luces y sombras.

–Habla a menudo ´del lugar´. ¿Cuál es el suyo?

–Soy un artista mediterráneo porque en este mar me siento en casa. Necesito tocar, pero ¿tocar qué? La luz, el reflejo. Soy un hombre físico. El Mediterráneo es sensual, es un lugar de experiencias, de capas. Creo también que cuanto más adentro profundizas en tu origen, más conectas con los demás. Un origen no es una cualidad, es un punto de salida.

–¿Sonará anatema en determinados ambientes?

–(Risas) Sí, es un concepto que ha hecho mucho daño. Yo trabajo con textos, con letras porque son la mejor metáfora de una sociedad. ¡Con 28 se ha escrito el Quijote! La cultura judía fundacional iba del mundo al universo, es la alquimia, la transformación de la materia muerta. De lo pequeño a lo grande. Miró lo tuvo siempre muy claro. No mirar al horizonte, ni abajo, sino hacia dentro, volvamos al alma. Y no soy una persona religiosa.

–¿Es una religión Damien Hirst o Jeff Koons?

–Es otro mundo. Es una obra de especulación. No me llega en absoluto. Hay obras que ya nacen con este concepto, casi toda la obra que roce el pop es de fácil lectura, está cargada de tópicos culturales. Lo que hace daño al arte es la obsesión por su precio, no por su valor. ¡Es descorazonador. Este no era el tema! Los artistas deberíamos recuperar aquel lugar de discusión, de debate, que tuvimos. Hay artistas que trabajan en profundidad, otros brillan un minuto y desaparecen. Es mejor entender tus límites. Es difícil hacer buena filosofía y que a la vez sea un bestseller. El arte no es ajeno a todo esto.

–Cataluña, Francia y ahora Inglaterra le premian. ¿Mimado?

–Dreams nació de la transformación de un lugar minero, cerca de Liverpool. No quería ser nostálgico. Llamé Dreams a esa gran cabeza blanca que tiene los ojos cerrados, como si mirase al interior. Cuando me reuní con los mineros de la zona, todos me decían que allí abajo, pensar en la luz era un sueño. A veces estamos en pozos personales profundos. Si me preguntas por el éxito, no lo atiendo. No me he dado cuenta. Mi carrera profesional ha seguido una línea sin altibajos. Cuando otros estaban arriba, yo seguía mi camino, ahora algunos han caído, y yo sigo donde estaba. Me gusta Canetti y ese sentido del crecer en cada fragmento, lateralmente. Creamos por necesidad interior.