Sentadas a una mesa rodeadas de papeles llenos de cifras parecería que Alba y Alba se afanan con deberes de matemáticas. Pero no. Están ajustando las bebidas de las mesas en las que este sábado se sentarán los alrededor de 900 invitados de la boda de Daniel y Lucía. Concentradísimas, ni el intenso revuelo que hay montado a su alrededor las distrae de su tarea.

Decenas de personas trajinan sin descanso en la carpa pegada al Recinto Ferial. Llevan así desde el miércoles, explican. Es lo que tienen las bodas gitanas, que todo el mundo tiene que arrimar el hombro.