Acaba de estrenar en el Festival de Cine de San Sebastián La noche que no acaba, un documental sobre el revuelo que armó Ava Gardner en la España de los años 50 y en unos meses presentará Los pasos dobles, rodado en Mali con el pintor Miquel Barceló. Isaki Lacuesta (Girona, 1975) irrumpió en el cine en 2002 con un documental de creación sobre el poeta y boxeador Arthur Cravan, sobrino de Oscar Wilde

–Es usted un sabueso, siempre va persiguiendo rastros.

–Sí, todas mis películas tienen algo de búsqueda y no sé por qué. No es algo premeditado pero, haciendo balance, veo que tienen ese denominador común.

–¿Lo importante es la busca?

–Sí. Ahora, parte de la última película que acabo de rodar en África, Los pasos dobles, se centra en la búsqueda de un búnker perdido, y ya dije antes de empezar que la búsqueda me gustaba, tanto si aparecía como si no.

–Primero fue sobre las huellas de Cravan; luego, de Camarón; más tarde se fue en busca de Ava Gardner y ahora persigue con Barceló el rastro del misterioso artista francés François Augiéras.

–Todas las películas son muy distintas pero en todas está presente el tema de las ausencias: intentar hacer visibles cosas que no lo eran, que habían desaparecido o que el espectador actual desconocía, y al mismo tiempo es una vocación de retrato, de captar personajes. La tensión entre esos elementos define lo que estoy haciendo.

–¿Cómo fue rodar en África?

–Una locura. Es una película con muchas localizaciones, muy movida, con un calor terrible que ponía la cámara al límite de poder rodar y en un idioma desconocido. Ahora la estamos montando y estoy muy contento con el material, muy diferente, no recuerdo ninguna película parecida. Al final, van a ser dos películas, una de ficción que es Los pasos dobles, una especie de filme de aventuras que va avanzando alrededor de Augiéras y de este búnker perdido que él había pintado, y va cambiando de estilo y adoptando distintos géneros, y un documental, El cuaderno de barro, basado en el trabajo de Barceló en África y, sobre todo, en Paso doble, la performance que hizo con Josef Nadj.

–¿Encontró el búnker de Augiéras?

–Hay que ver la película.

–¿Llegó a este personaje por Barceló, al cual le fascina?

–Cuando le hice a Barceló, hace tres años, un retrato para una instalación, me habló de él, me mostró cuadros y me quedé alucinado.

–Un poeta que pintaba, otra dualidad como la de Cravan.

–Quizá lo que más me atrae de ellos es que convirtieron en arte su vida y la vivieron con tal intensidad que cada día era una nueva aventura, algo memorable. Son personajes de muchísimo talento y están olvidados o son desconocidos.

–¿Y Ava Gardner?

–Con ella me pasó lo contrario. De Cravan sólo hay un minuto y medio de imágenes filmadas, lo que me obligó a construir todo, mientras que con Ava fue al revés, había tantísimo material que era un caos. Y la motivación era distinta. Con Ava Gardner me apetecía contar su historia y la de la posguerra española, el contraste entre la estrella de Hollywood y la España ultraconservadora y franquista.

–Usted oía hablar de ella de pequeño.

–Claro, yo nací en Girona y allí está muy presente la mitología en torno al rodaje de Pandora o el holandés errante, en Tossa de Mar.

–Y sus sonados amores con Clavé y Dominguín.

–No es tanto eso como porque la gente de Tossa, que era un pueblo pesquero muy pequeño, no había visto nunca comportamientos parecidos. Si su presencia allí es tan memorable es porque les cambia la forma de entender la vida. No sólo la relación con los hombres. Nos contaba la camarera del hotel donde estaba que nunca habían visto desayunar con zumo de naranja.

–Tuvo que hacerlo ella, precisamente en España.

–Por ejemplo. Nunca habían visto una mujer que fumara y que escogiera con quién acostarse sin ser una puta. La forma de comer, de salir de noche, todo fue un shock.

–¿Cómo ve el cine español?

–Todavía hay un escepticismo injusto ante el cine español. Ya no se puede decir que no te gusta, porque es de una diversidad total.

–Elija una película reciente.

–Buried, de Rodrigo Cortés. Es una pasada. Me quito el sombrero. Es una película dificilísima y la ha clavado. Será una referencia y se estudiará en las escuelas de cine.