Sant Francesc d´Antich aspira a seguir siendo El Consolado del Mar, pero este personaje no da para una línea más. La proliferación de la corrupción obliga al PP balear a contratar a un bufete de abogados, para controlar que la calidad de los nuevos escándalos se ajuste a los exigentes patrones del anterior Govern. El intrusismo hace que cualquier político se autocalifique hoy de corrupto y ecologista, cuando no ha robado un millón de euros ni ha comido carne de panda. Los populares denunciarán a los corruptos de imitación para desalentarlos, porque su vulgaridad empaña la imagen de guante blanco del partido de José Ramón Bauzá –"el chasis correcto pero falla de motor", sentenció un dirigente madrileño tras escucharlo–. Sin embargo, ha llegado un momento en que los manejos de la formación de derechas contaminan incluso los textos dedicados a exponerlos. Por tanto, y sólo excepcionalmente, hoy nos centraremos en la realidad social.

El paseo del Molinar es una de las rutas más fascinantes de Europa, o incluso de Mallorca. Para arruinar la experiencia de los pacíficos paseantes, Cort ha introducido centenares de ciclistas, alérgicos al carril-bici adyacente porque allí no pueden practicar la caza. No todos los infractores promocionados por el Ayuntamiento consiguen atropellar a un peatón pero, si su puntería mejora, Palma vivirá una tragedia urbana.

Cuando la bicicleta de un ciclista es más complicada que su cerebro –fenómeno frecuente en los invasores del Molinar–, hay que echarse a temblar. Los más taimados arrastran a un perro peligroso –ambos sin bozal–, para que remate a los peatones que su amo deja malheridos. No olvido a los sádicos que circulan en romántica pareja, frecuentemente de alemanes, para que el viandante quede inexcusablemente atrapado entre las máquinas y sus jinetes mamíferos. Mientras lo estrujan con sus fierros, le reprochan que estorbe el progreso del ecologismo, en lugar de circular a lomos de una bicicleta equipada con un lanzagranadas. Crear paseos en estas condiciones equivale a liberar delfines en cautividad por el procedimiento de soltarlos en un bosque.

También para este drama disponemos de una solución. Las únicas zonas de Palma libres de bicicletas son los carriles-bici. Por tanto, invadamos esos circuitos. Sigamos las tácticas de la insurgencia iraquí, trasladando el conflicto al territorio enemigo. Sufriremos bajas, pero menos de las que producen ahora mismo los ciclistas asesinos. Tomemos ejemplo de la avanzadilla del Paseo Marítimo, donde los peatones pagan a los ecologistas de salón con la misma moneda, ignorando la frontera entre los territorios. (Próximo capítulo: No seamos un pueblo esclavo, invadamos el Dique del Oeste privatizado por el Pacto de Progreso).

Nunca he entendido que los actores porno insistan en dedicarse a la dirección, pero este párrafo venía reservado a las consecuencias inesperadas del volcánico bloqueo aeroportuario. Durante una semana, las reservas de cocaína de Mallorca se han mantenido a un nivel peligrosamente bajo, con el suministro interrumpido por culpa de la nube islandesa, al igual que los kiwis y el sushi. De ahí el decaimiento generalizado en los sectores habituados, perceptible en sus ojerosos desayunos de la mañana siguiente en el fast food.

Por su interés reproducimos el texto contenido en un panfleto del anterior ayuntamiento de Palma. "Estimados vecinos de Son Espanyolet y Son Cotoneret: El equipo de gobierno del Ajuntament de Palma no consentirá que el Pueblo Español se convierta en una zona de ocio y bares, con las consiguientes molestias para los vecinos de la zona". Item más, si la propiedad formulara una petición, "el Ajuntament de Palma rechazará la propuesta, haciendo prevalecer la opinión mayoritaria de los vecinos de la zona".

Pues bien, el actual equipo de Cort ha convertido el Pueblo Español "en una zona de ocio y bares". Estamos habituados a los incumplimientos municipales, lo grave es que –al igual que en El Molinar–, el Ajuntament molesta deliberadamente a los vecinos, según sus propios textos. Esperemos que los agraviados tengan memoria a la hora de votar, mientras se decide si la izquierda inefable cumple con la política de protección de las minorías de multimillonarios, o si Aina Calvo ha sucumbido como Norma Duval a los innegables encantos de Matthias Kühn. (El autor, coreano de pro, no habita en ninguno de los barrios citados en este memorable artículo).

Las discotecas han jugado en Mallorca el mismo papel que las bibliotecas en geografías menos significativas. Vamos pues con los dos locales sonoros que más comentarios generarán en el futuro. ¿Autorizará la vigilancia regia la discoteca con vistas al Fortuna que se está montando a todo tren y a todo trapo en la primera línea de Porto Pi? Ofrece una perspectiva privilegiada sobre el entramado de Marivent, no se vio nada igual desde el antiguo Abraxas del Jonquet. Respecto al Pachá de Son Caliu, la polémica recrudece el enfrentamiento entre PP –Carles Delgado– y PSOE, adivinen. Y por acabar de noche, Tolo Cursach ya ha rentabilizado la finca que compró junto a Son Espases, el aparcamiento ideal para el hospital.

Aguardo con ansia un manifiesto de los hoteleros en el que responsabilicen a James Matas de haber dañado la imagen de Mallorca en el exterior, mermando las reservas subsiguientes con más dureza que la ecotasa. The Economist, el semanario favorito de las clases pudientes y golfistas, se centra en el ex ministro como pésimo ejemplo de la codicia política. Además, cita con aprobación la frase de José Castro, "ha venido a burlarse de los simples mortales". Enviaremos a los pérfidos ingleses al gabinete de represalias del PP balear. En fin, ¿cuántos descartes del Madrid jugarán la final en el Santiago Bernabéu? Veamos: Cambiasso, Sneijder, Robben, Etoo. Que Florentimo los recupere, a noventa millones unidad.

Reflexión dominical cristalina: "Envejecer es mirar por una ventana".