El primer ministro de Rusia, Vladimir Putin, quiere un país más sobrio y para ello ha emprendido una ofensiva a amplia escala contra el consumo excesivo del vodka: quiere reducir a la mitad el nivel de consumo de alcohol... en el año 2020.

"El vodka puede transformar a cualquier persona en ruso", reza un brindis popular. Esta frase sirve de ejemplo para mostrar cuán expandida y aceptada está la ingesta de vodka en la socidad rusa.

Casi ningún evento social tiene lugar sin el destilado; ninguna reunión de trabajo se cierra sin algún tipo de licor y ninguna reunión familiar sin vino espumado.

Resulta bastante frecuente ver a los hombres que, tras una jornada de trabajo, se detienen camino a casa en un kiosco para comprar una cerveza. Y los dirigentes rusos también han sido famosos por su afición a la bebida. El ex presidente Boris Yeltsin, que murió en 2007, era famoso por su amor al vodka.

El alcoholismo ha marcado fuertemente la sociedad rusa y se apunta como uno de los factores que han contribuido a la merma de la población. La tasa de mortalidad por alcoholismo en Rusia es mucho más elevada que en cualquier país europeo. Según datos oficiales, cada hora mueren ocho rusos por el exceso de alcohol. La tasa anual de muertes supera las 75.000 personas. Y son estas cifras las que han llevado a Putin a tomar cartas en el asunto.

"El vodka es saludable. No entiendo cuál es el problema"!, afirma Natalya, desde el mostrador de una tienda, con una batería de botellas de vodka a su espalda. "Por supuesto nosotros tenemos que beber con moderación", agrega tras reflexionar un momento. Un cartel cercano junto a las estanterías donde se expone el vodka indica que el alcohol está prohibido a los menores de 18 años.

Antes de la campaña de Putin, los consumidores podían comprar vodka barato de cualquier vendedor en la calle. Algunos adulteraban la bebida añadiendo anticongelante. El año pasado la producción ilegal de vodka fue de unos 750 millones de litros. Pero el primer ministro ruso ha impuesto un precio mínimo al vodka. Ahora medio libro cuesta al menos 89 rublos (unos tres dólares).

Este es un instrumento de Putin para enviar una señal de advertencia de que el consumidor debe apartarse del vodka barato, que probablemente está adulterado y resulta peligroso. Otro objetivo de la medida es alentar al consumidor a comprar un producto de mejor calidad.

El presidente de Rusia, Dimitri Medvedev, declaró la guerra a la borrachera cuando llegó al poder en mayo de 2008. Los funcionarios de seguridad han hecho reiterados llamamientos para que se tomen medidas efectivas que puedan combatir el alcoholismo. Sin embargo, apenas se han visto resultados.

Rusia prohibió el alcohol en el deporte y en las instalaciones de recreo, y Putin ordenó al Ministerio de Salud que gastase 11 millones de dólares en campañas de advertencia. Parece que Putin se toma en serio el tema, pero las críticas advierten de que incrementar el precio del vodka tan sólo contribuye a que más rusos compren vodka barato, adulterado con alcohol industrial.