El tira y afloja en torno al autor de los atentados de Lockerbie ha terminado. Lo que quedan son dudas pero también rabia e incomprensión. El libio Abdel Bassit Ali Mohammed Al Megrahi tiene cáncer y no le queda mucho de vida. Por eso el gobierno escocés liberó ayer anticipadamente al condenado a cadena perpetua de 57 años tras cumplir ocho años de condena.

Pero el indulto ha dejado un regusto amargo, porque no sólo se trata de la pregunta de si un asesino en masa condenado merece piedad y morir en libertad, sino también de si detrás de esa decisión se ocultan intereses económicos entre Reino Unido y Libia, país rico en petróleo. Asimismo continúa en el aire si el trasfondo del atentado permanecerá para siempre en secreto.

Fue el atentado terrorista más grave en Reino Unido. Pocos días antes de Navidad, en diciembre de 1988, estalló el avión de la aerolínea estadounidense PanAM sobre la localidad escocesa de Lockerbie. Perdieron la vida 270 personas. Seguidamente se produjo una disputa jurídica, aunque sobre todo política, entre Reino Unido, Estados Unidos y Libia, que entonces se consideraba un "Estado de villanos".

Para el ministro de Justicia escocés, Kenny Mac Askill, la de ayer fue posiblemente la decisión más difícil de su carrera. Visiblemente nervioso, casi como si de un sermón se tratara, explicó ante la prensa los motivos de la puesta en libertad. El discurso giró en torno a "misericordia" y "piedad", vida y muerte. Al Megrahi sólo había cumplido ocho años de su condena.

Especialmente desde EEUU se había hecho presión para que permaneciese en la cárcel en Glasgow. La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, incluso intervino personalmente. Al fin y al cabo, a bordo el avión de Londres a Nueva York viajaban sobre todo estadounidenses. Todos murieron, además de diez habitantes de Lockerbie, cuando la bomba destruyó el avión y los fragmentos en llamas se precipitaron sobre la localidad escocesa.