Carlos Delgado, alcalde gracias a UM, se divorcia por lo civil de Rosa Estarás, a quien ya no votan ni en su Valldemossa natal. Los matrimonios se fracturan cuando el roce aumenta el parecido entre los cónyuges hasta extremos insoportables. El resto del elenco no desentona en el vodevil. Catalina Cirer, la principal responsable política de Rodrigo de Santos, será una ejecutiva lógica del PP balear. Pere Rotger, que se despachó de lo lindo contra Estarás después de encajar sus ofensas como president del Parlament, ahora quiere pactar con el Bloc de Esquerra Republicana, en nombre de su nueva líder providencial. Qué triste es verlo reducido a imitador de Joan Verger.

Sabia estuvo la juez. El congreso no es ilegal, sino el que ustedes se merecen. Los miembros de la ejecutiva renovadora de Estarás suman más de quinientos años aferrados a las ubres públicas, y pugnan para duplicar esa cifra. En la estela de Rajoy, el PP balear se dispone a votar a quienes han perdido dos elecciones consecutivas, y han obrado el prodigio de convertir a los conservadores en el segundo partido político de las islas. No fueron derrotados por Zapatero, sino por el impávido Antich. Sin pestañear.

Tras el divorcio, el congreso de los perdedores del PP se repartirá los despojos de la feliz desunión. El pluriempleo que enoja a los militantes de base viene simbolizado por la catastrófica Mabel Cabrer, la número uno de Jaume Massot. Y así hasta redondear un catálogo de personajes a quienes no les venderíamos ni un coche de segunda mano. Tras el cuatrienio de la cleptocracia, en el que ningún departamento del Govern soportaría una auditoría penal, la rebelión consiste en votar a Delgado para castigar a Estarás, a condición de que Delgado no gane porque empeoraría y españolizaría la situación. El alcalde de Calvià ha sacrificado su tozudez para que su ex esposa política no sea candidata en 2011. A Madrid siempre le quedará Gallardón, desagüe de las esperanzas de la derecha racional. El PP balear se construyó sin alcantarilla, como el Metro.