Dicen los chinos que no. Que anteponen su desarrollo económico a los problemas derivados del cambio climático. Que la erradicación de la pobreza es para ellos más importante que el fin del mundo. Que quieren saber lo que se siente al tener en casa una nevera eléctrica o al ir en coche a la oficina, escuchando la radio y metiéndose el dedo en la nariz en los semáforos. Dicen los chinos que el problema al que ahora intentamos hacer frente es el resultado de 200 años de industrialización salvaje por parte de Occidente. Que los países ricos han colocado tradicionalmente las empresas más contaminantes en países pobres y que ahora que le vemos las orejas al lobo pedimos que se aprieten el cinturón a quienes ni siquiera se lo habían desapretado. Dicen los chinos, en fin, que no cuela.

Y llevan razón, coño. Es como si le pidiéramos al mendigo de la esquina que no se fume las colillas que tiramos por la ventana.

-¿No ve usted que contamina el ambiente?

-¿Y el que se fumó los cigarrillos no contaminaba?

Decía Pasionaria que era preferible morir de pie que vivir de rodillas. Estamos de acuerdo. Es preferible morir con nevera eléctrica que vivir con una de hielo. Personalmente, sé lo que es una nevera de hielo, y lo que es fumarse las colillas del jefe de tu padre. Los que venimos del subdesarrollo comprendemos muy bien lo que dicen los chinos. No estamos completamente de acuerdo con que el mundo se acabe, claro, pero si no encontramos otro modo de terminar con la injusticia y las desigualdades, quizá no estaría mal que se fuera al carajo. Vamos a decir las cosas como las sentimos: el mundo, para la utilidad que tiene, ha durado mucho, lleva siglos durando al servicio de nada. Cada minuto se muere un niño de sed en África sin que seamos capaces de ponerle remedio, pese a tanto G-8. Pero los chinos han atisbado una posibilidad de desarrollo y dicen con toda la razón que nos den, que ellos tienen tanto derecho a contaminar como cualquiera. Yo, ya digo, los comprendo porque he sido chino gran parte de mi vida. Ya no, ya no soy chino, pero no he podido olvidar las humillaciones de cuando lo era.