Seis días después de proponer un pacto por el Estatut, Jaime Matas predica en Madrid la España, una, grande y libre de Estatuts. Su compromiso con la verdad ha durado seis días más de lo que en él es habitual. Mantenerse firme en una opinión durante casi una semana, debe haberle costado un esfuerzo tremendo. Asegura que caminamos hacia el desastre, aunque él está pescando buenas piezas en las aguas revueltas. Y de liquidez precisamente vamos a hablarles.

Usted se pregunta lógicamente qué sucedió en el ínterin, para justificar un cambio de estatutos por otra parte tan habitual en un personaje de volatilidad extrema. Pues bien, dos días antes de su soflama madrileña, Matas navegaba por aguas de Cabrera en compañía de Javier Delgado Barrio, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, que no ha ocultado sus recelos frente al Estatut catalán.

La jornada marinera tuvo lugar el sábado ocho de octubre, después de unas sesiones de convivencia y connivencia entre magistrados y periodistas paniaguados. Matas y Delgado se embarcaron de buena mañana, en un barco reluciente -que no era propiedad, claro, de ninguno de ellos-. El día estaba despejado, y los navegantes de fin de semana pudieron contemplar a los dos presidentes en buena compaña.

Por supuesto, sólo cabe aplaudir la confraternización marinera entre el poder judicial y el autonómico -por cierto, si Matas desprecia a las autonomías, que a su juicio desgobiernan España, ¿por qué preside una?-. Es importante que los compartimentos estancos, según Montesquieu, intercambien experiencias. A diferencia de la cena de reparto de La Real, aquí desconocemos el tenor de la conversación, pero les aportamos la lista de asuntos que fueron escrupulosamente orillados:

-No hablaron del caso Bitel, sucedido en el despacho de Matas y que está ahora mismo recurrido ante el Supremo de Delgado.

-No hablaron de las andanzas de Matas por el alto tribunal, que lo convirtieron en el único ministro de la historia de España cuya imputación fue solicitada simultáneamente en dos casos penales, y resuelta a su favor en ambos por la institución que preside Delgado.

-El presidente de Balears y su homónimo del Consejo General del Poder Judicial no debatieron sobre los tres jueces que emitieron un voto particular, contando la verdad sobre Operación Mapau.

La simultaneidad no implica causalidad, pero Matas enhebró su discurso del Cid -que ha escandalizado incluso a su partido-, inmediatamente después de navegar por Cabrera. Muy grande debía ser su interés, o mucho le influyen sus interlocutores, para que un día comulgue con Maragall y al siguiente con Aznar. Para rematar las buenas relaciones con el mundo judicial, el mismo sábado día ocho por la tarde, desde el Consolat se hicieron gestiones ímprobas para contactar con Antonio Terrasa, presidente del Tribunal Superior de Justicia de Balears.

Matas siempre ha mantenido una política abierta y dialogante con la Justicia. Con la fiscalía acusándole en Bitel y Mapau, ya se reunió con el fiscal jefe decente, Antonio de Vicente Tutor, en el supermercado de El Corte Inglés, un viernes por la tarde. Mejor sería decir que interceptó abruptamente al perplejo funcionario, tras encontrárselo de modo por completo accidental. Durante casi media hora le expuso los argumentos contra su imputación, en lo que constituye su única declaración judicial oral en ambos casos. En esta misma página les dimos puntual cuenta del incidente. El representante del ministerio público no dio su brazo a torcer, por lo que fue convenientemente destituido. El resto es historia.

En casa, la política de Matas consiste en ordeñar al Pacto de Progreso, cuando ya nadie lo recuerda. Este hombre es un nostálgico. "Comed Pacto", insiste, al igual que los terratenientes andaluces ordenaban "comed República" a sus braceros desasistidos. Por si necesita material, ¿lo saben aquél del abogado que se proponía a los partidos nacionalistas como candidato a juez, "porque yo siempre he defendido el catalán"? La catalanidad era la única relevancia jurídica de su currículum, por lo que consiguió el cargo de los progresistas. ¿Recuerdan cuál fue después su muy izquierdista voto?

Bien pensado, hasta Matas está capacitado para reírse del torpe Pacto. La izquierda no experimenta desde entonces síntomas de mejoría. Enhorabuena a Zapatero -condecorador de caciques-, que se abrazó entusiasta al president que ahora le acusa de conducir al país a la Guerra Civil. Todo ello en la semana en que hemos leído el titular "Doscientas personas en lista de espera para cenar con Rajoy en Palma", otra prueba de la dramática escasez de oferta de la noche mallorquina. España ha de estar realmente en una situación agónica, para que los españoles estén dispuestos al sacrificio de sentarse a manteles con el ilustre perdedor gallego, por si el tormento surtiera algún efecto.

Si les digo que ha dimitido el académico sueco Knut Anhlund, se preguntarán qué relación tiene esta anécdota con nuestra mallorquinidad militante y delirante. Si les añado que se ha largado en disconformidad con el Nobel concedido el año pasado a Elfriede Jelinek, los pocos de ustedes que la hayan leído compartirán el abandono, pero seguirán sin divisar una conexión isleña. Si les aclaro que el dimisionario fue el artífice del premio concedido a Camilo José Cela, enfrentándose a la hostilidad de sus colegas progresistas, habrá división de aprecios pero el vínculo quedará establecido. Todavía hay más. Entrevisté a Anhlund en aquel lejano 1989, y entre los candidatos al galardón sueco me señaló a Baltasar Porcel, amén de Eduardo Mendoza. Por tanto, su salida repercute directamente en Mallorca, como casi todo lo que sucede en el anchuroso mundo.

Reflexión dominical seca: "Los abstemios sólo ven la mitad".