Google ofrece un servicio muy entretenido (Google Earth) que te permite observar la Tierra desde arriba, gracias a la mirada de un satélite. Si te apetece, puedes ver tu ciudad, tu barrio, incluso tu casa. A no tardar mucho, podremos vernos a nosotros mismos asomados al balcón. ¿Es o no es fantástico? Llevo algún tiempo dándole vueltas a la idea de perseguirme un día entero, para tomar notas de lo que hago y escribir un reportaje. Parece fácil a primera vista, pero es complicadísimo. Estamos convencidos de saber a dónde vamos cuando cogemos el autobús, o de donde venimos cuando bajamos al metro, pero se trata de una convicción mecánica. No es nada sencillo, créanme, averiguar lo que hace uno a lo largo del día, del mismo modo que no es nada sencillo andar. Lo hacemos de manera automática, sin ser conscientes de la cantidad de recursos mecánicos y químicos que ponemos en marcha para subir las escaleras.

Quiere decirse que hay partes de nuestro cuerpo que tienen más conocimientos que nosotros. Mis dedos, por ejemplo, saben hacer el nudo de una corbata. Yo no. Mis dedos saben dónde está cada una de las teclas del ordenador. Yo no. Mis pies pueden ir hasta la tienda de la esquina y volver sin solicitar mis servicios. Cuando uno se pone a pensarlo, resulta increíble la cantidad de cosas que ignoramos sobre nosotros mismos. Y no seamos obvios: es evidente que cuando vamos a la oficina vamos a la oficina. Pero lo más importante, para mí al menos, es saber a dónde no vamos cuando vamos a la oficina; a dónde no entramos cuando entramos en casa; qué dejamos de comer cuando decidimos pedir una ensalada, o a quién no besamos cuando te besamos a ti.

No sabemos los beneficios reales que con el tiempo nos proporcionará Google Earth. Pero como oferta metafórica no tiene precio. Los espejos tradicionales van a durar dos días. Ya no nos basta con mirarnos, sino que necesitamos que nos miren. Por eso, los bancos y las calles y los grandes almacenes están llenos de cámaras. La suma de todas esas cámaras es un ojo gigantesco, con zoom, que nos observa desde arriba y a través del cual nos podemos contemplar. Viva Narciso.