Ciencia y sociedad

La genética tiene mucho que decir sobre el asesinato de una madre adoptiva

Estadísticamente es más frecuente que los hijos adoptados maten a sus madres a que lo haga un hijo biológico

Entorno de la tragedia ocurrida en Castro Urdiales.

Entorno de la tragedia ocurrida en Castro Urdiales. / EFE/Román G. Aguilera

Según la genética, el comportamiento de los hijos adoptados está mayoritariamente influido por los padres biológicos, mientras que el parecido entre padres e hijos en una familia adoptiva es muy pequeño. Además, un hijo adoptado no tiene vínculos genéticos con su madre adoptiva y puede heredar ciertas maneras de pensar de sus padres biológicos, especialmente el pensamiento rápido. Por eso, aunque una madre se esfuerce para que sus hijos adoptivos acepten los pensamientos y valores que cree correctos, en ocasiones la biología impide que se parezcan mucho a ella e influye en que incluso se vuelvan violentos. En casos capitales, los juristas hablan del “síndrome del niño adoptado”.

 A Julia, Ana y Menchu

La sociedad está conmocionada porque en Castro Urdiales, un pueblo cántabro de 30.000 habitantes, un chico de 15 años, acompañado de su hermano de 13, agredió presuntamente a su madre a puñaladas causándole la muerte.

Se trata de un tema extremadamente complejo en el que la genética evolutiva lleva la contraria a nuestras convicciones morales más arraigadas. Según la genética, es muy poco frecuente que una madre mate a sus hijos, ya que estaría eliminando la posibilidad de que sus propios genes perduren. La selección va en contra de que una madre mate a sus hijos.

Por la misma razón de compartir genes, también es mala idea que un hijo mate a su madre: si matamos a nuestra madre, nuestras propias posibilidades de sobrevivir (y pasar nuestros genes a la siguiente generación) disminuyen significativamente.

Sin vínculos genéticos

Pero, aunque mucha gente cree que un hijo adoptado debería estar especialmente agradecido a su madre, la realidad biológica nos dice todo lo contrario: una madre adoptiva no tiene vínculos genéticos con sus hijos adoptados.

Tampoco un hijo adoptado tiene vínculos genéticos con su madre adoptiva, ni siquiera puede esperar de ella que tenga más hijos que compartan con él la mitad de sus genes. Puede parecer muy duro, pero biológicamente hablando, un hijo adoptado no tiene vínculos genéticos con su madre adoptiva.

Según la estadística, es muchísimo más frecuente que una madre adoptiva mate a sus hijos a que lo haga una madre biológica (de hecho, lo hacen alrededor de unas 11 veces más). También es más frecuente que los hijos adoptados maten a sus madres a que lo haga un hijo biológico (y lo hacen alrededor de unas 13 veces más). Con los padres pasa algo parecido, aunque un padre comparte menos genes con sus hijos varones que una madre.

El pensamiento rápido

Hay otro factor a tener en cuenta para comprender mejor el drama de Castro Urdiales: se llama el pensamiento rápido. Como demostró el premio Nobel Daniel Kahneman, es uno de los dos modos de procesar la información que tiene el cerebro: lo hace de forma poco reflexiva, en base a patrones preestablecidos. Esos patrones de pensamiento rápido son los que tienen mayor heredabilidad.

Por eso, desde una perspectiva genética, hay una probabilidad alta de que el menor que presuntamente mató a su madre adoptiva en Castro Urdiales lo hiciese como resultado del modo de pensamiento rápido. Y en buena medida heredó este tipo de pensamiento de sus padres biológicos (a los que incluso es probable que no hubiese llegado a conocer nunca).

Este tipo de pensamiento rápido cae casi siempre en el llamado “sesgo de confirmación”: como analiza rápidamente lo ocurrido, se queda solo con las ideas que confirman las creencias que se tienen “a priori”. Y como la mayor parte del tiempo los humanos empleamos este modo de pensamiento rápido, a primera vista nos parecemos mucho a nuestros padres.

Y el pensamiento lento

Tan solo en contadas ocasiones nuestro cerebro es capaz de generar un pensamiento lento y racional, extremadamente difícil de desarrollar, que consume mucha energía y no da respuestas suficientemente rápidas para los desafíos del día a día. Por eso no suele utilizarse mucho. No cae en el sesgo de confirmación. Y con este tipo de pensamiento cuesta mucho encontrar las respuestas. Pero es el pensamiento que más se aproxima a la verdad objetiva. La esencia del pensamiento que nos hace humanos.

Este pensamiento lento nos aporta un extraordinario privilegio: es como si encontrásemos al genio dentro de la lámpara. Pero se trata de un genio muy especial. Nos pone muchas condiciones difíciles que debemos superar antes de concedernos el deseo. Y el único deseo que nos concede es conocer la respuesta a ciertas preguntas. La ciencia se basa en este tipo de pensamiento lento.

Si dejamos de lado los pensamientos rápidos, con sesgo de confirmación, debemos suponer, siempre desde una perspectiva genética, que la madre asesinada pudo esforzarse hasta el extremo para que sus hijos adoptivos llegasen a aceptar los pensamientos y valores que ella creía correctos. Pese a su esfuerzo, la biología impidió que sus hijos adoptivos se pareciesen mucho a ella.

Gemelos de ocho meses de edad durmiendo.

Gemelos de ocho meses de edad durmiendo. / Dustin M. Ramsey. CC BY-SA 2.5.

El ambiente también importa

A todos estos factores la biología añade otro que es importante para comprender estos dramas: el ambiente familiar. Hoy hay muchos tipos de familias: biológicas, de adopción, familias fruto de segundas (o terceras) parejas que aportan hijos…

A los que nos tocó ejercer de padres no biológicos (durante los últimos 36 años hice, mal que bien, de padre adoptivo de quienes hoy en día son tres mujeres espléndidas) queremos aferramos a la idea de que es el ambiente quien marca la pauta y no los genes.

Aunque no nos una la genética, nos gusta creer que tenemos fuertes vínculos con nuestras familias no biológicas. Pero… ¿qué hay de cierto en todo esto?

Se trata de uno de los temas más estudiados en genética humana. La influencia de genes y ambiente puede medirse analizando comparativamente gemelos, hermanos y personas sin vinculación genética.

Dos gemelos (que comparten todos sus genes) criados en una misma familia, comparten también un ambiente común, pero no comparten un ambiente diferencial (por ejemplo, cuando uno de los gemelos está en un sitio y su hermano en otro). Dos hermanos (que comparten la mitad de los genes) criados en una misma familia, comparten también el ambiente común, pero no comparten el ambiente diferencial. Dos hijos adoptados por la misma familia, pero que no tengan parentesco entre sí, tan solo comparten en ambiente común

Poca influencia familiar

Tras analizar a una ingente cantidad de personas durante más de 70 años en distintos países y ambientes, ha podido estimarse que la importancia de los genes en diversos caracteres conductuales o en la inteligencia es de cerca del 50%. La influencia del ambiente diferencial es de alrededor de un 30% y la del ambiente común apenas es responsable del 20% restante.

Eso significa que, en una familia biológica, el parecido entre padres e hijos puede ser muy grande (un 50% debido a la genética y un 20% más debido al ambiente compartido). En cambio, el parecido entre padres hijos en una familia adoptiva es muy pequeño (apenas el 20% del ambiente común).

Por más que los padres adoptivos se esfuercen en la educación de sus hijos, apenas pueden influir en alrededor del 20% de lo que llegarán a ser.

Algunos estudios van más allá y detectan parecido estadísticamente significativo incluso en ciertas maneras de pensar de los hijos adoptados con sus padres biológicos. Nuestra biología es así.

Síndrome del niño adoptado

En todo caso, la indignación moral asociada al hecho de que estos chicos presuntamente matasen a su madre adoptiva que les permitió tener mucha mejor vida, no tiene mucho sentido biológicamente hablando.

En el extremadamente complejo mundo que nos rodea ocurren sucesos raros como este. Sucesos a los que es muy difícil dar una explicación. Sucesos sobre los que hay que pensar durante meses siguiendo un método riguroso y abandonando el pensamiento rápido.

Los abogados lo saben bien: cuando representan a personas adoptadas en casos capitales utilizan con frecuencia una teoría conocida como “síndrome del niño adoptado”.