Análisis

Horror en la balsa de la Medusa Beach Club; por Matías Vallés

Derrumbe Medusa Beach Club

Derrumbe Medusa Beach Club / DM

Matías Vallés

Matías Vallés

La muy masculina industria aérea utiliza el adagio «si quieres saber el valor de la seguridad, prueba a tener un accidente». Si quieres mantener el prestigio de tu imperio turístico, evita a toda costa el desplome de un establecimiento de ocio que le cuesta la vida a cuatro personas, por no hablar de un mar de heridos. Del Daily Mail a la BBC, todos los medios del planeta asociaron ayer a Mallorca en sus portadas con una palabra que nadie desea escuchar. «HORROR», en el idioma internacional y con todas las mayúsculas.

La velada horrorosa en el beach club de la Playa de Palma remite por fuerza a La balsa de la Medusa de Géricault, el cuadro imprescindible del Louvre sobre la tragedia de los supervivientes de la fragata francesa. La Armada mallorquina son sus establecimientos nocturnos atracados en la costa, y la jornada de la pretemporada turística ha finalizado con un parte de muertos, heridos y supervivientes. La isla ha medido la magnitud de su impacto en el mundo de la manera más desgraciada.

La clave del suceso es Mallorca, ahora cuestionada en su esencia como siempre que surgen turbulencias en el paraíso. Hasta la exactitud es un valor en declive, porque el Sun sitúa al local junto a la playa de Cullera, al confundirlo con otro establecimiento valenciano del mismo nombre. Y por supuesto, el Bild remite al fetiche inexacto del Ballermann. Ni balneario ni balsa, Géricault pintó la odisea de los náufragos de la Medusa como una denuncia de la incompetencia. A partir de mañana nos inundarán de mensajes sobre Mallorca como destino seguro. Hoy es mentira.

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