Los vecinos de las dos hermanas intoxicadas en un incendio en Palma: «Cada día cogían cosas del contenedor y se las llevaban a casa»

Las mujeres eran conocidas en el barrio por su afición a recoger desperdicios y su carácter conflictivo: "No estaban bien. La gente les tenía miedo, su lugar no era este".

Decenas de bolsas repletas de trastos, en el interior del piso donde viven las dos mujeres.

Decenas de bolsas repletas de trastos, en el interior del piso donde viven las dos mujeres. / Manu Mielniezuk

Marcos Ollés

Marcos Ollés

Desde el rellano del piso cuesta entender cómo podían vivir allí Juanita y María José. El recibidor, la cocina, el salón y el pasillo están llenos de bolsas repletas de cachivaches y hay trastos por todas partes; definición gráfica del síndrome de Diógenes que ambas padecían. Una colección de cacharros convertida hoy en gasolina para el incendio que empezó en la coladuría y acabó extendiéndose por toda la vivienda, en el tercer piso del número 61 de la calle Francesc Martí i Mora. «Esto se veía venir. Siempre estaban recogiendo cosas de los contenedores», contaban María y Víctor, vecinos de las dos hermanas de 55 y 66 años hospitalizadas en estado crítico por la cantidad de humo que respiraron.

En el barrio eran tan conocidas por su afición a hurgar en la basura como por su carácter huraño y conflictivo. «No estaban bien. Tienen un hermano que lleva años en el psiquiátrico y ellas deberían haber estado allí también. La gente del barrio les tenía miedo», explicaba Soraya, otra vecina que hace un tiempo denunció a las dos mujeres por amenazarla de muerte. 

La coladuría de la casa, llena de cachivaches.

La coladuría de la casa, llena de cachivaches. / Manu Mielniezuk

Los peores presagios de los vecinos se cumplieron este jueves a las siete y cuarto de la mañana, cuando la casa quedó envuelta en llamas. A Fernando, que vive en el primer piso del edificio, le pilló desayunando. «He empezado a oír cristales cayendo en mi terraza y desde los otros edificios me han avisado del incendio», recordaba. Él y el resto de vecinos de la finca, de cuatro plantas, fueron desalojados por la magnitud del incendio mientras bomberos y policías rescataban a las dos hermanas atrapadas por el fuego. Tuvieron que tirar la puerta abajo y sacar a las mujeres por el balcón, cortando la rama de un árbol, porque moverse por el piso era casi imposible por la cantidad de enseres acumulados.

Juanita y María José llevaban «más de 15 años» viviendo en ese piso. Cuando se instalaron allí convivían con sus padres, ya ancianos, cuyas muertes escamaron al vecindario. «Los tenían completamente desatendidos, no los sacaban nunca a la calle. Siempre se oían gritos y discusiones», recordaban Víctor y María. Los padres murieron con apenas dos años de diferencia y los dos aparecieron muertos en las escaleras comunitarias del edificio. Los vecinos sospechan que ambos fallecieron en el interior de la vivienda y las dos hermanas sacaron los cuerpos al descansillo sin avisar a a nadie. Recuerdan que ni siquiera entonces, cuando la Policía y los Servicios Sociales se interesaron por su situación, les dejaron entrar en su casa: «Nunca abrían la puerta a nadie». 

«Su sitio no era este»

Las dos hermanas salían a diario de casa con un carrito de la compra. Pero no iban al supermercado, sino a los contenedores cercanos, donde «revolvían y sacaban todo tipo de cosas para llevárselas a casa». En la finca habían causado problemas y nadie tenía trato con ellas. «La gente les tenía miedo. A mí una vez me dijeron que iban a cortarme el cuello, las denuncié por amenazas y les pusieron una orden de alejamiento», detallaba Soraya. Todos coinciden en que las mujeres sufren enfermedades mentales que no han sido tratadas. «Su sitio no era este. Su hermano lleva muchos años en el psiquiátrico y ellas deberían estar allí también», consideran en el edificio.

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