La red de proxenetas nigerianos desarticulada hace unas semanas por la Policía en Palma introducía a las víctimas en Europa siguiendo la ruta de los refugiados sirios. Las mujeres eran captadas en su país con falsas promesas de trabajo y trasladas a Libia, desde donde navegaban en patera hasta las costas italianas. Finalmente, llegaban a Palma con documentos falsos y eran forzadas a prostituirse para saldar una deuda de 30.000 euros por el traslado.

La organización, sólida y profesionalizada, estaba dirigida por una nigeriana afincada en Mallorca que ejercía de madama y contaba con una extensa red de contactos internacionales. Entre ellos figuraban dos pasadores especializados en sortear las fronteras, que utilizaban precarias embarcaciones para las travesías desde Libia al sur de Italia. Solían navegar aunque las condiciones fueran adversas, ya que la banda exigía el trasladado inmediato de las mujeres para no ser descubiertos. El volumen de negocio era tal que cuando la Policía llevaba a cabo las detenciones en Mallorca otras cinco víctimas viajaban en patera por el Mediterráneo. Las mujeres eran recogidas en Italia por otros dos miembros de la banda, encargados del trasladado en avión hasta Palma con permisos de residencia fraudulentos.

Una vez en la isla, las jóvenes descubrían que las promesas eran falsas. La organización les informaba de que debían saldar una deuda de 30.000 euros por el viaje y que para saldarla tenían que ejercer la prostitución callejera en las principales zonas turísticas en jornadas maratonianas. El control sobre ellas era total, ya que convivían hacinadas en pisos con miembros de la red.

Además de las férreas vigilancias, los proxenetas se valían de las creencias de las jóvenes en el poder del vudú. Tras captarlas en su país, las sometían a rituales en los que juraban fidelidad a la red. Incumplir este pacto supondría todo tipo de males, tanta para ellas como para su familia. Para afianzar este temor, obligaban a allegados a las víctimas a estar presentes en las sesiones de magia.

La investigación culminó con la detención de nueve personas y la liberación de seis mujeres. En los registros practicados en Palma e Inca se intervinieron efectos para la práctica de ritos de vudú, anotaciones manuscritas de clubes de alterne, documentación de las víctimas y 1.400 euros procedentes de la prostitución. La cabecilla de la red ingresó en prisión.