El propietario de un Alfa Romeo estacionado en un aparcamiento de un bloque de viviendas de Portopí arrancó el vehículo y el motor entró en llamas. Una espesa cortina de humo negro alcanzó grandes dimensiones y provocó la alarma. Los bomberos se encargaron de sofocar el fuego y utilizaron grandes ventiladores para disipar la humareda.

El incendio se declaró poco después de las once de la mañana en el número 5 de la calle Rafaletes de Palma, junto a Portopí. Un vecino de la finca bajó al garaje y, como cualquier otro día, arrancó el coche. De repente, el motor del vehículo se incendió y el dueño no encontró forma alguna de sofocar el fuego por sus propios medios.

Varias dotaciones de Bombers de Palma se trasladaron hasta el aparcamiento del número cinco de la calle Rafaletes. También acudieron efectivos del Cuerpo Nacional de Policía y de la Policía Local. Asimismo, una ambulancia del Ib-salut se desplazó hasta el lugar como medida de precaución.

Los bomberos se adentraron en el aparcamiento a oscuras entre la espesa nube de humo. Mientras, la humareda negra era perfectamente visible desde todos los puntos de Portopí y desató la alarma entre los clientes del centro comercial, situado justo enfrente.

El propietario del coche siniestrado aguardó consternado en la parte superior mientras los servicios de extinción se empleaban a fondo para frenar el avance de las llamas en el interior del aparcamiento.

Los esfuerzos de los bomberos dieron sus frutos y el fuego quedó circunscrito a un solo vehículo. No obstante, la evacuación del humo acumulado en el interior se prolongó durante varias horas.

"El fuego ha destrozado sobre todo la parte delantera. Tiene daños importantes", comunicó un bombero al propietario del coche donde se inició el fuego.

Los agentes de la Policía Local y del Cuerpo Nacional de Policía permanecieron también largo tiempo en el lugar por si era preciso desalojar a algunos vecinos de los pisos inferiores de la finca, Finalmente se comprobó que no era necesario.

La amplitud del aparcamiento subterráneo complicó sobremanera la evacuación completa de la gran cantidad de humo acumulado. Transcurridas varias horas, los servicios de extinción permitieron a los propietarios de vehículos estacionados en el piso superior sacarlos del garaje.

Por el contrario, la atmósfera en el piso inferior del aparcamiento era irrespirable en los primeras horas tras declararse el fuego. Los bomberos tuvieron que esperar largo tiempo mientras los potentes ventiladores hacían su trabajo y disipaban la espesa humareda negra. Solo cuando ya no existía el menor riesgo de intoxicación, se permitió el paso a los propietarios de los vehículos.