El Tribunal Supremo ha confirmado las condenas a 12 y 16 de cárcel para dos funcionarios de la cárcel de Palma acusados de liderar sendos grupos mafiosos en el centro penitenciario. El fallo rechaza los argumentos de las defensas de Antonio C.O. y Mario F.L., que hacían llegar droga, alcohol y teléfonos prohibidos a los presos a cambio de dinero o favores sexuales. Entre otras cuestiones, el Alto Tribunal ratifica que el envío de un paquete con un corazón de cerdo putrefacto al director de la cárcel era "una advertencia al más puro estilo mafioso".

Los dos funcionarios, según declaró probado la Audiencia de Palma, eran los cabecillas de dos grupos de funcionarios que entre 2002 y 2008 pugnaban por "controlar y dominar" a los reclusos y al resto de trabajadores. Durante ese tiempo, Antonio C.O. hizo llegar drogas y alcohol en un numerosas ocasiones a varios presos, que le pagaban con sexo o dinero. También vendió un teléfono móvil a un interno por 500 euros y ofreció a una presa cambiarle una analítica de drogas para eludir un control si aceptaba mantener relaciones sexuales con él.

En mayo de 2008 envió un corazón de cerdo putrefacto a la mujer del director de la cárcel, que le había abierto varios expedientes, con el falso remite de Asociación Cultural Gitana. La Audiencia lo condenó a 16 años de prisión por atentado, cohecho continuado en concurso con tráfico de drogas, abuso de funciones públicas y revelación de secretos.

En su recurso al Tribunal Supremo, Antonio C.O. sostenía que el envío del corazón no podía considerarse un delito de atentado a la autoridad, pues el paquete fue remitido a la esposa del director y no quedaba probado que hubiera un ánimo de intimidar ni amedrentar. El alto tribunal rechaza contundentemente esta tesis: "El hecho de recibir un corazón putrefacto sobresalta, intimida e inquieta a cualquier persona. Es una advertencia al más puro estilo mafioso, su mensaje era claro: tomar represalias contra el destinatario". El Supremo descarta también que la esquizofrenia que padece le afectara para cometer los hechos.

El otro procesado, Mario F.L., dirigía un entramado similar, surtiendo a varios presos de estupefacientes y alcohol a cambio de sexo. Este acusado se obsesionó con uno de los reclusos y envió seis cartas amenazantes a la novia de este, que también estaba encarcelada, para que rompiera la relación. La sentencia lo consideró autor de cohecho, abuso de funciones públicas y amenazas, por los que le impuso 12 años de prisión.

Una de las alegaciones que presentó ante el Supremo cuestionaba que las cartas remitidas a la reclusa, en las que escribía ´Afilando el cuchillo de trinchar pavo estoy´ o ´Va a acabar como los judíos de Alemania con el pelo rapado a cero´, pudieran considerarse delictivas. El alto tribunal, sin embargo, rechaza su planteamiento y confirma la sentencia de la Audiencia Provincial.