La Policía Local de Palma está pendiente de tomar declaración a uno de los supervivientes, que apenas tuvo lesiones leves, del accidente ocurrido el pasado sábado frente a la Seu, en el que dos de sus acompañantes murieron carbonizados y el tercero sufrió quemaduras graves al incendiarse el vehículo. El joven, que era amigo de los fallecidos, se encuentra en estado de shock, por lo que la Policía esperará a que se recupere y pueda confirmar si es cierto, como se sospecha, que estaban participando en una carrera ilegal con otro vehículo. Dada la avanzada hora en la que se produjo el siniestro, tampoco se descarta que el ocupante estuviera en ese momento durmiendo en el asiento trasero del vehículo, por lo que pudo no enterarse de lo que estaba ocurriendo. En cualquier caso, en estos momentos el joven, que se está recuperando en su domicilio, se ha convertido en el principal testigo del siniestro. El otro superviviente se encuentra ingresado en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla tras sufrir graves quemaduras en su cuerpo. Su estado es grave y en estos momentos no se encuentra en condiciones para prestar declaración.

Mientras tanto, los investigadores de la Policía Local ultiman el informe técnico del accidente con el que determinarán las causas del siniestro. No hay ninguna duda de que el siniestro fue por una imprudencia por el exceso de velocidad del vehículo Rover 75, que se salió de la trayectoria y se estrelló contra un banco de hormigón. Pocos segundos después el coche se incendió y dos de sus ocupantes, que no lograron salir, murieron carbonizados. El vehículo seguía ayer en el cuartel de San Ferran, donde se están realizando las pruebas técnicas para determinar la velocidad a la que iba el coche en el momento de estrellarse. Los primeros cálculos indican que el turismo, de unos diez años de antigüedad, circulaba a una velocidad aproximada de 150 kilómetros por hora, o puede que incluso fuera más rápido. La Policía espera que hoy se pueda presentar el informe preliminar al juzgado que se ha hecho cargo del caso.

Los agentes que realizaron la inspección ocular del lugar del accidente comprobaron que no había señales de frenada. Por ello, descartan que el coche sufriera una avería. Con toda seguridad el vehículo iba a una velocidad muy superior a la autorizada, que se limita en esa zona a 60 kilómetros por hora.

Los investigadores no han localizado todavía a ningún testigo ocular del accidente. Sin embargo, se sospecha que el Rover 75 estaba participando en una carrera ilegal con otro vehículo. El único testigo de referencia que se ha localizado es un taxista, que en el momento que se encontraba detenido en un semáforo, dos coches le adelantaron a gran velocidad, uno por cada lado. Uno de ellos era el turismo que después se estrelló y se incendió. El testigo no pudo dar una descripción exacta del otro turismo que participa en esta supuesta competición de velocidad. El taxista dio los datos de una matrícula, que no resultaron exactos.

Los dos jóvenes que murieron en el siniestro viajaban en los dos asientos delanteros del coche. Los dos supervivientes iban sentados detrás. Se trataba de cuatro amigos, con edades entre los 22 y 25 años. Todos ellos eran vecinos del barrio de La Soledat.