­Los asaltantes del apartamento de sa Coma tenían una única meta: hacerse con el dinero que había cobrado el empresario Rainer Völker por la venta de su restaurante en Cala Millor. Por eso, dejaron en el domicilio las joyas de oro de la pareja de moradores germanos e incluso más de 1.000 euros en metálico. No les interesó ese botín. Su objetivo era otro: conseguir más de un centenar de miles de euros. Los vecinos y allegados al alemán fallecido indicaron que este les había dicho que había vendido su establecimiento por unos 300.000 euros. Los investigadores creen que los delincuentes iban en busca de, al menos, la mitad de ese dinero, ya que creían que lo guardaba en casa.

Ayer no había trascendido si finalmente los atracadores habían robado esa pequeña fortuna destinada a preparar la jubilación de la víctima, quien ya habría ingresado una parte del dinero en una cuenta bancaria. Varios testigos apuntaron que no consiguieron ningún botín. Pese a ello, los dos delincuentes se emplearon a fondo para tratar de encontrar los fajos de billetes.

Los sospechosos, con el rostro tapado, registraron de forma minuciosa toda la casa. Lo dejaron todo revuelto y desordenado. Incluso, desmontaron los cuadros de la luz y del aire acondicionado, en busca del escondrijo donde pudiera estar el ansiado dinero.

Los cacos no dejaron huellas en la escena del crimen, ya que llevaban guantes. La puerta del cuarto piso tampoco estaba forzada, ya que supuestamente irrumpieron cuando la moradora les empezaba a abrir. Habían estudiado y preparado el golpe con anterioridad. Conocían a las víctimas y sus operaciones económicas. La Guardia Civil se centra en el entorno de los perjudicados e investiga si hay un tercer implicado.