"Fue una barbaridad. Me quedé solo en casa con una manguera para refrescar los alrededores y el fuego cada vez se aproximaba más. Primero, las llamas estaban a 50 metros y el viento soplaba hacia la vivienda. El aire era muy caliente, casi imposible de respirar. Parecía el desierto del Sáhara. Se resecaba la boca. Hubo un momento que me tuve que refugiar un poco en la casa porque era imposible estar afuera con tanto calor". Cristian Troppa, dueño de una finca rústica en Son Cutrí, en Capdepera, relata cómo se enfrentó al fuego la pasada madrugada para defender su propiedad. "Aquí, ya estamos acostumbrados a esto. Somos unos profesionales", añade con ironía, mientras recuerda los incesantes siniestros que han azotado la zona en los últimos veinte años.

La familia de Troppa y sus vecinos abandonaron los inmuebles situados en medio del campo, a los pies de una ladera que ahora está completamente calcinada, en la medianoche. La Guardia Civil y la Policía Local de Capdepera fueron pasando por las fincas que corrían más peligro indicando que tenían que desalojar las casas. Unas 180 personas fueron evacuadas como medida preventiva. Las zonas afectadas fueron Son Cutrí, Son Terrassa, Son Barbassa y la parte residencial de Cala Mesquida, exceptuando la planta hotelera de este último enclave. Un agroturismo de Son Barbassa no fue desalojado porque los bomberos, voluntarios, policías locales de Capdepera y Protección Civil se volcaron realizando un trabajo de contención en los alrededores para que las llamas no alcanzaran el establecimiento.

"La verdad es que fue un milagro frenar el fuego. Cuando ya llevaba un buen rato yo solo con la manguera, llegaron dos policías locales de Capdepera que se lanzaron a las brasas a trabajar. Se les tendría que hacer un monumento porque iban solo con el uniforme y defendieron las casas con uñas y dientes. Luego, aparecieron un par de jóvenes, voluntarios. Estuvimos pegando golpes a la vegetación con ramas para apagar el fuego porque no nos alcanzaban las mangueras. En el último instante, cuando ya tenía las llamas encima, llegaron los bomberos de Manacor. Fue muy justo, pero vinieron en el momento clave. Tenía sobre mí llamas de más de diez metros de altura, una barbaridad. El viento deformaba las llamaradas, de las que sobresalían unas crestas muy alargadas e intensas", recuerda Cristian Troppa. El joven permaneció junto a su casa toda la noche hasta las diez de la mañana de ayer, cuando aún refrescaba algunos puntos calientes.

"En una finca cercana, unos perros no dejaban de ladrar. Un voluntario abrió la cancela y les dejó salir porque su vida peligraba. El humo era bestial. Varias personas estuvieron vomitando porque tragaron humo y, ante un fuego de tal magnitud, las mascarillas no sirven", detalla el vecino de Son Cutrí. El afectado relata que, cuando le avisaron del siniestro, estaba durmiendo en el sofá de casa. "Mi pareja me avisó. En seguida, preparamos las cosas para el desalojo. Mis familiares se marcharon y yo me quedé porque sé cómo funciona el agua y así podía refrescar la zona. Al final, conseguimos que las casas no se quemaran", asegura con alivio, apostado en el muro de la casa, justo hasta donde llegó el incendio.

En esa misma zona de Son Cutrí, una turista alemana acaba de regresar a una vivienda de campo donde se hospedaba. "Llegamos a la isla el sábado. Estamos de vacaciones dos semanas con la familia. La pasada noche, una vecina nos avisó del fuego. Desde la terraza veíamos las llamas. Cogimos las cosas y el coche y nos fuimos. Estuvimos esperando un rato hasta que nos marchamos a un hotel en Cala Rajada. Allí, pudimos dormir tranquilos. El incendio llegó muy cerca de la casa. Hasta las hojas de las plantas se fundieron con el calor", destaca la germana.

Miquel Moll, un artanenc que tiene una empresa de transporte, Transmoll, estuvo trabajando toda la noche en Cala Torta y Son Barbassa. "Tuve que hacer viajes con la cuba para dar agua a los bomberos. De noche, todo es muy complicado. Los caminos para maniobrar no se ven bien. En el monte, había mucho trabajo y el viento era muy caliente", señala.

Otra de las zonas residenciales desalojadas fue Cala Mesquida. "Los policías municipales vinieron a avisarnos. Salimos a la calle ya de noche junto a otros vecinos. Estuvimos varias horas, hasta las dos y media de la madrugada, hasta que regresamos a casa. Estuvimos tranquilos en la calle", apunta una vecina del núcleo.

"Fue muy triste. No lo voy a olvidar nunca, la imagen de la montaña envuelta en llamas. En dos minutos todo ardió. Fue como una explosión. Hubo un gran resplandor, mucha luz intensa por el gran fuego y luego todo oscureció. Es terrible. Para mí, esa montaña es especial, la he visto toda blanca, nevada, también verde y ahora, toda negra", resalta apenada la vecina de Cala Mesquida mientras señala el monte desde el balcón.