-Se va a repartir en tres montones.

-Pues no debería ser así.

-Es que nos ha dado la herencia, Fran.

-Ya. ¿Y eso cuándo se sabrá?

-Da igual en quién cae la herencia. Se tendrá que repartir en tres trozos. [...] No pasa nada, hay mucho.

A las tres y media de la tarde del 3 de julio, tres días después de la violenta muerte del empresario Andreu Coll Bennàsar, sus asesinos confesos conversan por teléfono sobre el reparto de la herencia. Andreu Coll hijo le cuenta a Francisco Abas que ha ido de Palma a la casa de su padre en Alaró a toda velocidad -"a 160 por la autopista, he tardado seis minutos"- para evitar que su tía abra la caja fuerte de la víctima y se lleve su contenido. Según explica, su madre ha mantenido poco antes una tensa conversación telefónica con la hermana de su padre por este motivo. "No nos fiamos. Le pedíamos la llave de la caja fuerte y no nos la quiere dar. Dice que hasta que no se haga la herencia, que nadie coja nada", cuenta el joven desde el chalé de Alaró. "Ahora estoy esperando a que venga mi madre con el cerrajero. Cogeremos todo lo que haya en la caja y nos iremos". Francisco Abas, el otro acusado, se muestra decepcionado por no poder presenciar ese momento. "¿Por qué hace eso tu tía?", le pregunta a Coll. "Esto es lo que hace el dinero, macho", replica el hijo de la víctima.

El joven, al que su padre había decidido legar la inmensa mayoría de su fortuna tras desheredar a sus otros dos hijos, explica sus planes para los negocios que está a punto de heredar. "[A mi tía] la echaremos, porque la oficina la llevaremos entre mis hermanos y yo. [...]La herencia se tendrá que repartir en tres trozos, mis dos hermanos y yo".

Batalla legal

El dinero y la herencia del empresario, que su asesor estimó en unos 10 millones de euros pero que otras fuentes cercanas a la familia elevan a 50, podría desencadenar una larga batalla judicial. Andreu Coll Tur, el asesino confeso, es el heredero universal pero será declarado "incapacitado por indignidad" si es condenado por el crimen, una norma que responde al principio general del derecho de que nadie puede beneficiarse de su delito, por lo que se quedaría sin nada. Este proceso penal paraliza el reparto. La víctima había desheredado a sus otros dos hijos, con los que no mantenía ninguna relación, amparándose en que le habían injuriado gravemente, uno de los supuestos que contempla el Código Civil para privar a los descendientes de cualquier bien. La heredera sería entonces la hermana del empresario y su anciano padre, pero sus dos hijos podrían plantear un pleito y reclamar la legítima, establecida en un tercio del montante total a repartir entre ellos, alegando que no existe causa objetiva para privarles de ella.