Acuerdos

Cuando Oviedo fue capital de la paz: se cumplen 29 años de la negociación del líder de la OLP y el primer ministro de Israel en los premios Príncipe de Asturias

El Rey evocó este viernes el galardón que entregó en 1994 a Rabin y Arafat por el logro de los acuerdos de Oslo

Cuando Oviedo fue capital de la paz

Cuando Oviedo fue capital de la paz

Luis Ángel Vega

Oviedo fue capital de la paz el 24 de noviembre de 1994, el día que el líder de la OLP, Yaser Arafat, y el primer ministro de Israel, Isaac Rabin, recibieron el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. El Rey Felipe VI, que siendo Príncipe de Asturias entregó aquellos galardones, se acordó este viernes pasado, durante su discurso en la ceremonia de los Premios, de aquel momento en el que pareció posible el entendimiento entre palestinos e israelíes. Los acuerdos de Oslo se habían firmado un año antes, "siguiendo el proceso iniciado en la Conferencia de Madrid de 1991", recordó el Rey, citando el acta de aquel premio, en el que también se expresaba que todos aquellos esfuerzos debían "conducir a la pacificación definitiva del Próximo Oriente".

Hoy sabemos que toda aquella esperanza se frustró poco tiempo después. La salvaje campaña de atentados suicidas de Hamás, contraria a los acuerdos de Oslo, hizo que Netanyahu y los derechistas israelíes torpedeasen las negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina. Isaac Rabin fue asesinado por la espalda por un extremista israelí el 4 de noviembre de 1995, tras un acto en el que llamó a seguir esforzándose por la paz a pesar de «los dolores y la dificultades». El "rais" Arafat terminó bunkerizado en la Múkata de Ramala, de la que solo salió para morir, tras una agonía de dos semanas, en París, el 11 de noviembre de 2004.

Diez años atrás, el jurado de los premios Príncipe de Asturias se había adelantado a los Premios Nobel en galardonar a Rabin y Arafat, como ya había ocurrido en el caso de Nelson Mandela y Frederik de Klerk o Camilo José Cela, entre otros. Oviedo se blindó para la ceremonia de entrega. Arafat y Rabin vinieron con sus respectivos servicios de seguridad. Permanecieron en la ciudad nueve horas, durante las cuales les dio tiempo incluso a llegar a un principio de acuerdo para que los palestinos eligiesen su primer parlamento, durante una reunión en el Patio de los Gatos del Reconquista.

Ese día, Arafat y Rabin llegaron al Aeropuerto de Asturias con diez minutos de diferencia, a eso de las tres de la tarde. A continuación se dirigieron al hotel. Cuando llegó la hora de la ceremonia, Rabin hizo a pie el camino entre el Reconquista y el Campoamor. Arafat, que al parecer estaba más cansado, acudió al teatro a bordo de un coche. Exhibió su imagen habitual, con una amplia sonrisa, el uniforme militar y el pañuelo palestino, la kefia, cubriéndole la cabeza.

En el vestíbulo del Campoamor se dieron la mano y acudieron juntos al escenario. En sus discursos reivindicarían «la paz de los valientes». Sentado uno junto al otro, compartieron confidencias, como si se tratase de dos amigos más.

Durante la recepción del Príncipe, Arafat se hizo fotos con quien se le pidió, mientras Rabin, fumador empedernido, apuraba un cigarrillo. En el cóctel, Arafat hizo buenas migas con el escritor Gabriel García Márquez, que también había recogido su premio ese día. Las esposas de ambos, Leah Rabin y Suha Arafat, departieron con la Reina Sofía, que había comido con ellas el día antes en Madrid.

A eso de las nueve y veinte de la tarde, los dos mandatarios pasaron al Patio de los Gatos, donde se reunieron a solas con dos refrescos y un cenicero para que Rabin fumase sus cigarrillos. De aquella reunión «muy fructífera y positiva», en palabras de Arafat, saldría el acuerdo antes citado para que Palestina tuviese un parlamento.

Fuera, el embajador israelí en España, Yaacov Cohen, abrazó a Abu Rami, representante diplomático palestino en Madrid. Los guardaespaldas hebreos también confraternizaron con los árabes.

Antes de partir para el aeropuerto –tenían previsto marcharse a medianoche–, Arafat se fue a su habitación para cenar a base de ensalada y fruta. Rabin, al otro lado de la pared, siguió con los pitillos. Rabin se marchó a Tel Aviv a las doce menos diez en un Boeing de las Fuerzas Aéreas israelíes. Arafat lo hizo en un avión militar español hacia El Cairo, minutos después. El tiempo demostraría que aquel remanso de paz que fue Oviedo se quedó en espejismo.

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