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Pep Mulet, de L.A. a La Pajarita: «Mi cabeza opera igual»

El guitarrista de la famosa banda ha pasado a la cabeza del negocio familiar de gastronomía mallorquina con mas de 150 años de historia

Pep Mulet en un ‘showcooking’ en Liverpool.

Pep Mulet en un ‘showcooking’ en Liverpool. / ESTUDIO 013

Pep Mulet lanzó en 2008, junto a L.A., su primer álbum de estudio, Heavenly Hell, y en 2018 giró por última vez con el grupo antes de poner una pausa a su trayectoria sobre los escenarios. Tras la pandemia, cuando el guitarrista ya llevaba un tiempo coqueteando con los fogones de La Pajarita, el centenario negocio familiar de gastronomía de Palma, se volvió a reunir con la banda, pero su vida había dado un giro de 180 grados.

¿Qué recuerda de su vida como rockero?

Había dos caras de la moneda. La música a ese nivel tiene su parte buena y su parte complicada, es un mercado difícil. Por una parte, estaba el amanecer en una ciudad distinta para tocar allí, hacer giras, conocer a gente de perfil internacional… Era una maravilla. La parte más mala era la espera: que para un concierto de 50 minutos, tenías que invertir 24 horas pasando por aeropuertos, autobuses o camerinos. Añorabas mucho tu casa. Recuerdo tener un diario donde, durante 10 años, apunté todo sobre mi vida con L.A.

¿Alguna anécdota de ese diario?

Podría pasarme horas hablando de esto. Lo divertido, al final, es lo que no sale tan bien. Me acuerdo de una gira que hicimos como teloneros en la que nos quedamos atrapados en Milán en la calle, al salir de un concierto, porque nuestro equipo no cabía en el autocar que habíamos alquilado. Nos trajeron un remolque desde Berlín que debió tardar 24 horas en llegar. Entonces, nos pasamos tres días -el día anterior al concierto, el día del concierto y el día de después- aparcados frente a la sala una expedición de 11 personas sin poder ducharse y buscándose la vida. Arrancamos con mucha ilusión la gira europea y ver que, a la primera de cambio, estábamos como mendigos en Italia fue crítico (risas).

¿Echa de menos esa vida?

Se echa mucho de menos la parte del show. Nosotros (los miembros de L.A.) seguimos siendo muy buenos amigos y siempre hablamos sobre el tema. Cada uno ha tomado un rumbo diferente, tiene responsabilidades nuevas alejadas del rock, y cuando nos reunimos pensamos en lo gracioso que era. Ahora tenemos la suerte de poder juntarnos de vez en cuando y tocar, como en el Mallorca Live Festival, lo que nos ayuda a recordar el pasado.

¿Por qué decidió retomar el negocio familiar?

La Pajarita llevaba más de 150 años funcionando. Mi padre (gerente del negocio en ese momento) me dijo que se iba a retirar y, para mí, eso no debía ser sinónimo de cerrar la tienda. Tenía que seguir abierta, es una institución en Palma. Le dije que me encargaría yo, que aunque me dedicase a otra cosa siempre había echado un cable en algunas campañas. La tienda tiene buena reputación y una clientela de toda la vida, era difícil equivocarse.

¿Cómo fue la transición?

Prueba y error. Lo primero que hice fue pegarme a la cola de mi padre y aprender. Con el tiempo, nos hemos reinventado, han venido cosas nuevas. Hemos empezado a hacer eventos y caterings de conciertos, hemos informatizado todo… Hemos modernizado el negocio pero manteniendo la esencia: queremos que los clientes se sientan igual que cuando les atendía mi abuela.

¿Qué opina su padre y su familia de todos estos cambios?

Empezamos por hacer el papeleo un proceso digital y cambiar las básculas a básculas digitales. Eso le pareció bien. Sin embargo, cuando nos fuimos a Nueva York con Rata Corner y Melià, no lo entendía.

Tanto en Nueva York, como en Liverpool o Leipzig, habéis llevado la gastronomía de las islas a muchas partes del mundo.

La idea de llevar la bandera de La Pajarita a distintas partes del mundo, donde no están tan acostumbrados a nuestra gastronomía, que es pequeñita, no estaba ni en nuestro radar. Desde Live For The Arts nos empezaron a invitar a sus distintas propuestas y nos hemos encontrado que la gente se presta mucho a cosas muy diferentes a lo que están acostumbrados. Siempre nos llueven muy buenas críticas e incluso nos piden recetas. Sorprender a base de cosas tan normales que tenemos en casa siempre es un lujo.

¿Cómo surge la colaboración con Pau Barceló, chef en La Pajarita y compañero de batallas?

Pau Barceló es uno de mis mejores amigos. Lo conocí en un ámbito completamente diferente, en una tienda de música, en 2006, y desde entonces nos hemos visto cada semana. Él estuvo con Santi Taura muchos años, es un animal de los fogones, pero estaba un poco cansado del horario y cuando cogí La Pajarita nos asociamos.

¿Qué tienen en común su vida como guitarrista en L.A. y como gerente de La Pajarita?

Me costó mucho bajar psicológicamente del escenario hasta que me di cuenta de que mi cabeza opera igual en un lado y otro. Al final, sigo preparando un espectáculo para un grupo de gente, les tienes que sorprender y les tienes que dar calidad. Es lo mismo pero cambia el traje que te pones.

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