Pilar Bonet, periodista ibicenca: "Occidente cometió errores, pero eso no justifica el ataque ruso"

"Lees noticias sobre cuánto ha aumentado el comercio con Rusia justamente después de las sanciones"

Pilar Bonet, en Praga el pasado mes de febrero.

Pilar Bonet, en Praga el pasado mes de febrero.

Tino Pertierra

Pilar Bonet (Ibiza, 1952) fue corresponsal en la URSS, Rusia y el espacio postsoviético durante más de tres décadas. Su legendaria experiencia en el laberinto ruso la convierte en voz imprescindible para tratar de entenderlo más y mejor en tiempos bélicos.

–Cuando empezó todo, Rusia esperaba un paseo militar. Y no.

–Los rusos no esperaban una resistencia así. Esperaban que los ucranianos los acogieran con los brazos abiertos. La guerra puede durar mucho tiempo. Ninguna de las partes está dispuesta a ceder. Ucrania no quiere entregar territorios, lo que es comprensible. Y la élite que manda en Rusia está empecinada en conseguir sus objetivos, bastante difusos y al tiempo claros en su pretensión de destruir a Ucrania. En julio de 2021, Putin publicó un artículo en el que estaba escrito lo que iba a hacer. Para él, Ucrania no existe. Es una entelequia, un país artificial. Así que la guerra se puede prolongar hasta que una de las partes no pueda más. Es una gran desgracia para los dos países y también para todos nosotros.

–¿Si fuera una partida de ajedrez habría tablas perpetuas?

–La vida es más compleja que eso. La actitud de Rusia es una apuesta a largo plazo con un precio de vidas humanas descomunal. Ucrania está a la defensiva. Sería una partida que se prolongaría demasiado en la misma posición de ataque y defensa, quedaría estancada. El tiempo en el ajedrez es limitado y no tiene consecuencias. En la vida real sí.

–¿Puede haber una reacción contra Putin interna?

–Es la pregunta del millón. Sí podemos decir que la élite rusa tiene grietas. Y en la sociedad, está claro que la interpretación que dan los medios oficiales es lo contrario de lo que pasa. Les dijeron una y otra vez y de la mañana a la noche que Rusia está en peligro y que Ucrania, secundada por los países occidentales y la OTAN iba a atacar... Esa propaganda influye pero también hay miedo, hay conformismo y falta de organización. La oposición es muy fragmentada, no está estructurada en torno a movimientos y partidos fuertes. Y luego están las ventajas económicas porque el grueso de los movilizados son de zonas pobres y les pagan muy bien por ir al frente. Algunos piensan incluso en sacrificarse personalmente para que su familia pueda salir adelante. Los hijos de la gente que muera en combate tendrán acceso prioritario a la Universidad, y otras ventajas sociales.

–¿Putin podría apretar el botón nuclear llegado el fracaso?

–Segunda pregunta del millón. No creo que los comentaristas del tema sepan cómo funciona el mecanismo nuclear. No sé si en la cadena de mando desde que el presidente dice adelante hasta que el último da a los satélites funcionará bien el sistema. Es un factor de juego sobre todo. Putin amenaza con el arma atómica, alimenta las pasiones, asusta a Occidente... Y hay gente a su alrededor que está a favor de usarla. Se ha visto que después de la ofensiva ucraniana se ha vuelto a utilizar la amenaza como un vía de la propaganda en este póker que juega Putin.

Un agresor y un agredido

–¿Occidente y Ucrania también han cometido errores?

–Todos tienen que reflexionar. Hay una larga cadena de errores pero eso no justifica la voluntad fanática y criminal de acabar con el país vecino. Eso no había pasado desde la II Guerra Mundial y, además, protagonizado por un país que forma parte del Consejo de Seguridad de la ONU. Es importante no poner el ataque ruso como la culminación de la cadena de errores. Hay un agresor y un agredido.

–¿La añoranza del imperio soviético influye?

–Ese factor está ahí, pero nada es estático. El estado de ánimo ha ido cambiando con el tiempo desde que se desintegró la URSS. Aquí sí se puede hablar de errores graves por parte de los dirigentes liberales que rodearon a Boris Yeltsin y sentaron precedentes para irregularidades o delitos en el futuro. Esa gente organizó subastas amañadas, ayudó a unas elecciones truculentas en 1996... Esa élite de los años 90 tiene una enorme responsabilidad por lo que ha pasado.

–¿Con Trump sería peor?

–No sé qué pasaría, pero Trump siempre ha sido bastante benigno con Putin, por la razón que sea, y tienen cosas en común en el estilo. Trump no es tan sensible con el tema ucraniano. Para Putin su victoria es preferible a la de Biden.

–Europa sanciona a Rusia pero se le compra materia prima.

–Hay enormes contradicciones. Lees noticias sobre cuánto ha aumentado el comercio con Rusia justamente después de las sanciones. Europa es bastante hipócrita. Y no puede prescindir de Rusia, o al menos no puede hacerlo con la velocidad necesaria. Y no todo el mundo quiere hacerlo, mira a Hungría, cuyos gasoductos suministran petróleo a Turquía y Europa. O cómo los campesinos polacos se opusieron al paso de los cereales ucranianos hasta que recibieron compensaciones de Bruselas.

Muchos clichés

–¿Tan difícil es?

–Ponerse de acuerdo y consensuar intereses impiden que Europa exigen un tiempo que impide a Europa la agilidad necesaria para reaccionar en apoyo de Ucrania de una manera más eficaz. Se perdió mucho tiempo. Fui corresponsal en Alemania cuatro años y recuerdo que la industria alemana trabajaba en gran parte gracias al gas barato que le vendía Rusia. Una dependencia enorme. Se hablaba de un mayor autoabastecimiento energético pero solo se pusieron las pilas cuando vieron las fauces al lobo.

–¿La izquierda fuera de Rusia cómo está actuando?

–Hay muchísimos clichés sobre quién es quién, y que llevan a muchos a pensar de forma irreflexiva que Rusia es aún la defensora de los intereses del proletariado y Estados Unidos es el capitalismo salvaje. Las cosas son más complicadas y hay que ver cada caso concreto. No puedes hacer una apuesta a la totalidad y poner etiquetas. En Latinoamérica, África y Asia, sobre todo, hay países que ven la guerra como algo que solo atañe a los países occidentales.

–¿Podría llegar un Gorbachov en la Rusia post Putin?

–Puede pasar cualquier cosa. La guerra se puede prolongar, pero no eternamente. Todo dependerá de cómo sea la dirección rusa que salga del guerra, y la forma que lo haga. Hay demasiados factores para mirar a tan largo plazo. De momento no veo esa figura.

–¿China e India se frotan las manos?

–Mantienen cierta ambigüedad y hacen negocios. India recibe combustible a precios con grandes descuentos. Y China tiene el papel de hermana mayor, y también recibe hidrocarburos a buen precio.

–Tercera pregunta del millón. ¿Cuando pueda volver a Rusia qué hará primero?

–Iría al teatro, en el supuesto de que hubieran vuelto del exilio muchos de los directores que están fuera y desaparezca la censura. El panorama teatral era muy rico y variado. Hoy se ha reducido mucho.

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